La sátira política refuerza el poder de los
gobernantes porque el pueblo termina creyendo que sus actos de corrupción son
humorísticos.
Este artículo está vinculado
temáticamente a otro (1) en el que también hago mención a la función simbólica
de la mente, por la cual la sabiduría popular llega a la conclusión metafórica
de que «Perro que ladra no muerde».
En el mencionado artículo hago hincapié en el hecho de que los juegos
bélicos son útiles para tramitar eficazmente la agresividad humana y que, con
su uso, evitaríamos muchos actos de violencia real e irreversibles.
La mencionada vinculación
temática de este artículo está dada porque les haré un comentario sobre las
divertidas burlas que algunos artistas hacen de los políticos.
Como espectadores aplaudimos
esas actuaciones por varios motivos:
El primero, y el más obvio,
festejamos la genuina diversión que nos provocan.
En segundo, porque también
somos capaces de reírnos por los nervios, el miedo, la sorpresa. Cuando
pensamos «¿Cómo esta persona se atreve a decir lo que dice, para que todos lo
oigan, y seguramente también la víctima?», sentimos miedo ajeno. Suponemos que el poderoso
gobernante aplicará todo el poder del Estado para castigar el atrevimiento de
quien osa burlarse de él.
En tercer lugar, aplaudimos porque seguramente queremos
alentar a este suicida que parece
defendernos de los abusos de poder de quienes nos gobiernan.
En cuarto lugar, también festejamos pertenecer a un país
donde la libertad de expresión llega al límite tan insólito de ofender
groseramente y que nada le ocurra al agresor.
En quinto lugar, —y esto es más difícil de percibir—, porque
nos ponemos en el lugar del gobernante de quien el actor se burla. ¡Ya
desearíamos para nosotros tanta madurez emocional de no enojarnos!
En suma: La
sátira política refuerza el poder de los poderosos.
(Este es el Artículo Nº 2.057)
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