Los varones aceptamos exponernos a grandes riesgos a
cambio de ser honrados con algún distintivo que atraiga el amor del colectivo.
La imagen de este artículo es
de algún personaje importante, vistosamente retratado al óleo, que luce una
cantidad de condecoraciones militares.
Es probable que esta persona
haya arriesgado su vida por defender a quien le concedió esos premios
honoríficos. Si no arriesgó la vida, algo importante habrá arriesgado a favor
de quienes le pagaron dándole
esos distintivos que él se enorgullece de poder vestir.
Con mentalidad muy materialista y mercantilista, estoy casi
seguro de que, el homenajeado, puso en
riesgo algo que vale mucho más que esas medallas con las que le pagaron.
¿Qué extraño negocio hizo este
señor para estar feliz recibiendo menos de lo que entrega?
Creo que la respuesta que a
todos nos viene a la mente incluye el refrán que dice «No solo de pan vive
el hombre».
Los seres humanos somos grandes consumidores de amor: lo necesitamos,
casi, con desesperación.
En el concepto “amor” están incluidos: la admiración de los demás, los
gestos de aprobación de personajes importantes, la potencial elección de
mujeres que podrían elegirnos para padres de sus hijos.
Al expresar esto último, observemos que los usuarios de estos adornos
honoríficos siempre son varones. Forma parte de la idiosincrasia masculina
postularnos para que las mujeres nos tengan en cuenta al elegir al padre de sus
hijos.
Por lo tanto, el negocio comienza a entenderse si las ganancias pertenecen a una
categoría no económica en la que están presentes aspectos tan profundos y
esenciales como son los que refieren a la conservación de la especie.
También podemos entender la inteligencia del negocio si tenemos en cuenta que, en el
colectivo al que pertenece el homenajeado, nadie más puede usar esos adornos.
(Este es el Artículo Nº 2.065)
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