El fenómeno vida nos causa molestias, naturales e inevitables, para
que nos adaptemos a una realidad que cambia permanentemente.
En algún artículo o video les
he comentado una de las pocas verdades incuestionables: los seres humanos no
nos oponemos a los cambios en general, solo nos oponemos a los cambios
perjudiciales.
Si estamos viviendo en una
casa pequeña, oscura, incómoda, ruidosa, fría en invierno y cálida en verano,
lejana a cualquier centro poblado, querremos participar en cualquier cambio que
implique acceder a una vivienda amplia, luminosa, cómoda, silenciosa, fresca en
verano y abrigada en invierno, próxima a los centros poblados.
Cualquier ser humano se
resistirá al cambio consistente en abandonar la casa agradable para ir a vivir
a una casa desagradable.
En suma: los seres humanos somos fanáticos de
los cambios, las revoluciones, las alternativas, si, y solo si, esos cambios,
revoluciones y alternativas constituyen un beneficio.
Se dice que «todo tiempo pasado
fue mejor» y esto no es realmente así. Lo que sí parece verdadero es que cuando
estamos desconformes con lo que nos toca vivir, imaginamos que hemos sufrido un
cambio imperceptible pero muy perjudicial, por culpa del cual aquí estamos:
molestos con esta realidad que nos rodea.
En términos muy generales, lo que suele ocurrir es que, como digo en un
blog especializado en el tema, VIVIR
DUELE, esto es, no existe ninguna forma de vivir con cero molestias. Permanentemente estamos
sintiendo algo incómodo: cansancio, aburrimiento, hambre, desconfianza,
vergüenza, nostalgia, incertidumbre, hipocondría, celos, envidia, deseos de
venganza, indignación, humillación, enojo, y otras piedras en el zapato similares.
Este presente incómodo debe ser así porque el fenómeno vida se vale de las molestias
naturales para que nos adaptemos al cambio continuo de la realidad que nos
rodea.
Soñamos con un cambio imposible: librarnos de las molestias
inevitables.
(Este es el Artículo Nº 2.060)
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