Las mujeres reprimen tan eficazmente su deseo de
besar los senos de otra mujer, que aseguran no desearlo.
Este artículo fue inspirado
por varias muestras de estupefacción en mujeres que no pueden entender por qué
es normal que ellas (yo diría: todas), desearían besar los senos de algunas
mujeres, sin por ello ser declaradamente lesbianas ni abandonar una vida
heterosexual satisfactoria.
Según el psicoanálisis,
aprendemos a amar con nuestra madre, en la primera relación con ella,
especialmente durante la lactancia y en los cuidados que prodigan
mayoritariamente mujeres a los recién nacidos.
Por eso, varones y mujeres,
aprendemos a amar cuando alguien nos resuelve las peripecias iniciales y
aprendemos a amar a la persona que generalmente se encarga de ayudarnos,
alimentarnos, calmarnos, acariciarnos.
De una manera bien
esquemática, es posible decir que el sentimiento de «amor» no es otra
cosa que la reacción que tenemos hacia quien nos sirve, nos ayuda y, por todo
esto, necesitamos.
Dicho de otro modo, amar es necesitar; cuando alguien le dice a otro «te
amo», le está diciendo «te necesito», por más que la cultura se esfuerza por
idealizar este sentimiento que, en el fondo, es utilitario, egoísta, muy
concreto.
Para ambos sexos, aquellas primeras experiencias fundaron nuestras
preferencias y, como es natural, hombres y mujeres deseamos reeditar la
experiencia de besar, acariciar, tocar los senos de algunas mujeres.
Lamentablemente, la mentalidad represora que tanto restringe los deseos
naturales de las mujeres, les tiene prohibido ese placer y ellas lo han asumido
con tal rigor que en la adultez lo reprimen ferozmente. Por esto no pueden
creer que sea normal besar los senos de otras mujeres: no es porque no lo
desean sino porque lo tienen prohibido, pero no saben que les fue prohibido,
creen que sinceramente no lo desean, aunque inconscientemente lo desean.
(Este es el Artículo Nº 2.044)
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