La impopularidad de las corridas de toros (tauromaquia)
quizá esté determinando que los consumidores de
espectáculos abusivos ahora «demanden» violencia doméstica.
En otro artículo hice algunos comentarios
sobre la «violencia
doméstica» (1). En este otro agregaré algunos más.
La
tauromaquia (2) es el arte de lidiar toros y lidiar (3), entre otras acepciones
tiene una que dice: «Luchar con el toro
incitándolo y esquivando sus acometidas hasta darle muerte.»
Por algún
motivo los humanos estamos modificando nuestros gustos, para bien y para mal.
Efectivamente,
después de muchas décadas de condenar desde distintos grupos sociales este arte
sádico de enfurecer al toro para matarlo, como una forma de entretener al
público, de a poco el clamor popular está teniendo algún éxito y ya se están
prohibiendo en varias ciudades.
Seguramente
mi rechazo a esta práctica me impide entender qué tiene de maravillosa, así que
declaro mi incompetencia para ser objetivo.
Quizá pueda
sí decir que se trata de una manifestación más de nuestra debilidad que, para
negarla, nos obliga a repetir una y otra vez que un toro es más fuerte
muscularmente pero que los humanos somos superiores porque tenemos inteligencia
como para compensar nuestra debilidad con astucia, arte y espíritu superior
(¿?).
Esta
competencia notoriamente desventajosa entre la astucia humana y la fuerza bruta
del toro está siendo abandonada, pero me animo a sugerir que está surgiendo
otra que podría remplazarla.
Efectivamente,
nunca se han organizado competencias de enfrentamiento físico entre varones y
mujeres porque asumimos que se trataría de un enfrentamiento amoral, pues el
esqueleto muscular masculino es más fuerte que el femenino.
Quizá la
tauromaquia satisfacía la demanda de quienes pagaban por ver luchas entre
contendientes abusivamente distintos. Al impedirlas, ese público ahora consume
la despareja lucha entre varones y mujeres.
Los consumidores
de espectáculos abusivos ahora «demandan» violencia doméstica.
(Este es el
Artículo Nº 1.679)
●●●
10 comentarios:
¿Ud habla del viejo y conocido morbo?
Creo que se disfruta como observador, de las luchas desparejas, cuando se necesita reforzar la autoestima. Concuerdo con Mieres.
El torero es ágil, elegante, valiente, hábil. El toro enfurecido es torpe. Fuerte pero torpe. Enfurecerlo para que envista sin resultados -porque un buen torero siempre lo esquiva- es de un sadismo muy propio de nuestra naturaleza primitiva.
No sé si será propio de nuestra naturaleza primitiva o el producto de las sucesivas malformaciones que nos genera la cultura.
Hablando de malformaciones... Ingrid me hizo acordar a algunas crónicas de europeos que describieron a los minuanes (una etnia charrúa). Ellos destacan lo bien formados que eran sus cuerpos. La dentadura blanca y completa. El cabello fuerte y con pocas canas (aún a edades avanzadas). Decían que en comparación con ellos, los europeos, era notorio que no habían individuos contraechos. Entonces me pregunto: ¿las culturas refinadas, son buenas para la salud?
Puede que sea simplemente un tema racial, Gabriela. Una cuestión que esté más determinada por el caudal genético que por el modo de vida.
De verdad que es difícil imaginar que estemos demandando violencia doméstica. Parece espantoso. Lo cierto es que cuando se trata de competir con animales a los que calificamos de inferiores (inferiores a nosotros) nos gusta ver la pelea, porque si bien es difícil, casi siempre salimos victoriosos. Está la tauromaquia, están las domas. Entonces no sería de extrañar que el varón violento necesite reafirmar su superioridad sometiendo por medio de la violencia a la mujer que considera suya.
El significado que le damos actualmente a la palabra lidiar, se vincula a la fastidiosa situación de aguantar una tarea pesada, que puede ser un vínculo, un trabajo, una enfermedad. En cierto modo, significa aguantar y vencer, o simplemente aguantar. El luchador abusivo aguanta todo lo que puede una agresividad que lo desborda, hasta que explota. La víctima de esa agresión aguanta la situación por miedo, por identificación con modelos paternos, por necesidad de castigo...
Entonces cuando dejemos de comer cadáveres de otros animales, comenzaremos a comernos entre nosotros.
El hombre que le pega a una mujer no lucha con ella. Sólo la golpea. Es mucho peor. Ella no está en condiciones de luchar con él.
Publicar un comentario