domingo, 7 de agosto de 2011

La rebeldía juvenil

El supremo gerente llamó al jefe de la oficina.

El jefe es una persona que hasta un futuro estudiante de psicología diagnosticaría como asustadizo: delgado, nervioso como una liebre, mirada esquiva.

Cualquier llamada del supremo era de mal presagio. Todos sabían que el despótico señor, de cejas hiperpobladas y bigote encubridor de alguna mueca siniestra, trataba de disimular con total fracaso sus aviesas intenciones.

Para terminar de poner nervioso al jefe lo invitó a sentarse en uno de los sillones y no en «la silla de los acusados» frente al imponente escritorio. Los sillones estaban destinados a las conversaciones más campechanas.

— Hábleme de su hijo, Martínez —dijo el gerente sin más vueltas.

— Me toma de sorpresa, no sé qué desea saber de él —respondió Martínez con dificultades para contener el caudal de saliva.

— Quiero saber si tiene novia, si piensa casarse —aclaró el inquisidor.

— Jorgito, perdón, Jorge está terminando su carrera de arquitecto, acaba de volver del viaje que hacen todas las generaciones, es un chico de familia, con buenos sentimiento, rebelde como todo muchacho, pero de gran corazón.

— Usted sabe Martínez que mi hija de 20 años nos ha dado algunos dolores de cabeza y con mi esposa hemos pensado que sería bueno para todos que nuestros hijos se conocieran.

— Bueno, muy bien señor, se lo voy a comentar a Jorge —dijo el jefe, sin poder controlar el desconcierto, imaginando la respuesta volcánica de su hijo y viéndose desocupado dos años antes de jubilarse.

Sin embargo el intento de concertar un matrimonio al mejor estilo monárquico no fue tan traumático para el señor Martínez.

Quiso la suerte que Jorgito no reaccionara mal, que la hija del gerente gustara del muchacho, que ambos se enamoraran al mejor estilo de Corín Tellado, que formaran una célula de ultra izquierda con una multitud de adherentes necesitados de una causa noble para defender y que los empleados de la gigantesca compañía comenzaran a movilizarse gremialmente para repartir mejor las utilidades.

El temerario señor Martínez rejuvenece encabezando las marchas reivindicativas.

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11 comentarios:

Carolina dijo...

Me gustó el relato, Doc! A mí me gustan los finales felices, que para finales tristes ya tenemos bastante con la vida.

el oriental dijo...

No puedo evitarlo; si me dice que el gerente tenía cejas superpobladas, siempre me imagino la misma cara sanguinaria.

(lo de sanguinaria es una exageración y un chiste; espero que así se tome)

Lucas dijo...

Sí oriental, y yo en los sillones de las conversaciones campechanas me imagino a uno que cada dos por tres me dice que no sea nabo.

Lola dijo...

Odio a los tipos que se achican frente a su superior. Nunca podría llegar a atraerme un hombre así. Y ud saben que yo no le hago asco a nada.

Edmundo dijo...

A veces uno tiene el prejuicio de que ir a una agencia matrimonial es patético, pero para muchos tiene un final feliz.

Margarita dijo...

No me parece que se puedan calificar de aviesas las intenciones del supremo.

la gordis dijo...

Mmmm, puede que ser asustadizo ayude a adelgazar...

la liebre dijo...

No somos nerviosas. Somos rápidas y nos pica la nariz.

Selva dijo...

El gerente le pregunta a Martínez si su hijo piensa casarse y este le sale con cosas que no tienen nada que ver, pero que de forma lateral dan a entender que Jorgito es un muchacho que hará exactamente lo que se espera de él.
Muy bien resuelto. Ud tiene pasta de escritor.

Natalia dijo...

Para mí que la hija del gerente fue la que le inyectó la rebeldía a Jorgito y de rebote a Martínez.

Amanda dijo...

Si se enamoraron al estilo Corín Tellado, en cualquier momento aparece un amante.
Siga con el próximo episodio! Yo quiero una blog novela!