Nuestros avances tecnológicos nos han permitido postergar la muerte.
Quien más quien menos, procura devolver lo que le prestaron lo más tarde posible, intenta que las leyes lo exoneren de ciertas obligaciones, procura disminuir su contribución a los gastos generales del país donde vive (pagar menos impuestos).
En estas prácticas, a veces logramos éxitos completos (no devolver un préstamo, no ser condenados, no pagar algunos impuestos), pero con la muerte, sólo conseguimos aplazamientos: nunca cancelaciones.
Nuestra especie está dotada de muy buena capacidad adaptativa. Nos ingeniamos para contrarrestar más ataques a la existencia que las demás especies.
En dos artículos ya publicados (1), les decía que el suicidio no es otra cosa que una forma de llamarle a lo que ocurre con ciertas enfermedades terminales que utilizan al propio enfermo para provocar el fallecimiento.
Las instituciones de reclusión (penitenciarías y hospitales) toman precauciones para evitar que se produzca ese desenlace, quitándole a los internados todos los medios que pudieran ser usados para matarse.
Los creyentes en el libre albedrío suponen que quien se mata, lo hace porque quiere, pero en realidad es más lógico suponer que el suicida no puede evitarlo, como tampoco puede evitarlo cualquier otro enfermo que fallezca a consecuencia de una enfermedad mortífera.
Lo mismo podemos pensar respecto al aborto.
Estos pueden ocurrir de tal forma que la mujer lamente la pérdida o pueden ocurrir de tal forma que la mujer se sienta beneficiada por la interrupción del embarazo.
No creo que la naturaleza esté muy interesada por la satisfacción o disgusto de los humanos.
Todos los abortos son naturales, aunque algunos parezcan tan intencionales como el suicidio.
(1) El enfermo acusado
Al rescate del soldado Marilyn Monroe
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7 comentarios:
No entiendo a dónde apunta.
A mí me pasó lo mismo que a Rosario, tuve que leer 2 veces el artículo para entenderlo. Creo que el Licenciado quiere decir que la muerte es impostergable y que para la naturaleza es completamente indiferente si se produce con o sin intervención directa del implicado.
Como es natural, tememos que alguien nos quite la vida, a nosotros, o a algún ser querido. Por este motivo es que condenamos el suicidio y el aborto; todo lo demás es adorno.
La muerte duele cuando se pierde algo amado. Si lo que se pierde es algo que fue aborrecido, esa pérdida, esa muerte, es glorificada.
La muerte de Cristo es para los creyentes, la muerte de todas sus culpas. Resultó triste llegar a ella, pero una vez consumada, renace la vida. Ese renacimiento no puede ser definitivo, no es una liberación que cambia el rumbo del hombre. De verdad quisiéramos crucificar la culpa... pero somos capaces de cosas terribles sin ella.
Ni siquiera en la capacidad de adaptación somos la especie elegida.
Ahora tampoco podés matarte en los aviones.
El beneficio o la tristeza provocados por un aborto, lo vive primero la mujer que lleva la nueva vida en su cuerpo, y también, en un segundo lugar muy cercano, el hombre que hizo posible esa vida.
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