martes, 11 de mayo de 2010

Los estímulos del temor y la desilusión

Varias veces he comentado con ustedes (1) que la naturaleza nos molesta para provocarnos, hacernos reaccionar, movernos.

El fenómeno vida necesita estas conductas de los seres vivos.

El miedo es un sentimiento imprescindible para que todo eso funcione.

Si no le temiéramos a las pérdidas, al dolor y a la muerte, seríamos personas inertes.

Por lo tanto, despotricamos contra nuestra cobardía porque:

— es muy irritante tener miedo; y
— necesitamos no perderlo.

Nos complacen las historias en las que el protagonista es valiente, lucha, corre peligros, pero finalmente se salva.

Estas piezas de ficción están en la literatura, en el cine, la televisión y también en la publicidad (imagen).

Los anuncios publicitarios nos ofrecen calmantes, entretenimientos, soluciones (casi) mágicas, que «evitan» todo aquello que nos molesta.

Vemos en un corto publicitario, cómo todo es fácil, alegre, divertido, económico y nos entretenemos como con una buena novela o película.

Lo que en realidad acontece, es que profundizamos el contraste entre lo que nos sucede y lo que desearíamos que nos ocurra.

En otras palabras: cuando percibimos esas historias de final feliz, reforzamos nuestra vana ilusión de que la vida podría ser indolora, cómoda, sin preocupaciones, sin miedos.

Durante el tiempo en que soñamos con esa aparente realidad, nos permitimos creer, soñar, delirar. Se cumplen en el arte nuestros anhelos eternamente frustrados.

Cuando volvemos a la realidad, ésta parece más agresiva porque venimos de gozar con la fantasía optimista según la cual “querer es poder”, o sea “si me lo propongo, lograré ser plenamente feliz”.

Se agregan los libros de autoayuda, en los que alguien nos entretiene con recetas infalibles para quitarnos las preocupaciones, la timidez, la sensación de vulnerabilidad.

Por contraste, el arte que nos alivia, hace que la realidad nos parezca más dolorosa.

(1) (Maldita) Felicidad publicitaria
Loción infalible contra las molestias
Menos culpa y menos estrés
Por ahora necesitamos la pobreza
Trabajo molesto y seguro
Vivir es molesto

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12 comentarios:

Pérez Piloto dijo...

A quien vuela en los sueños le resulta difícil aterrizar.

Oriente dijo...

Un enorme engaño que nos hacemos a nosotros mismos es pensar que si el otro puede, yo también puedo. De esta manera ignoramos que todos somos diferentes, y que otros nos superan en capacidad. Sin embargo esta manera de pensar, le da un enorme impulso a quien cree en ella.
La fe religiosa opera del mismo modo. Si creemos que las desgracias que nos ocurren en la vida son pruebas que nos pone el Señor, tendremos una motivación muy fuerte para sobreponernos y superarlas.

Filisbino dijo...

Un Yo débil no tolera los finales tristes. La mayoría somos débiles. A la mayoría nos gustan los finales felices. Olvidamos que un final feliz depende del momento en que se corte una historia.

Celina dijo...

Los hombres están más presionados socialmente que las mujeres a esconder su miedo. Esto quizás los obligue a disociarse más. En apoyo a esta idea puedo decir que es más alto el numero de hombres esquizofrénicos que el de mujeres.

Anónimo dijo...

Usted tiene razón. Mi mujer siempre dice que la culpa de que ella me moleste la tengo yo; que ella no tiene más remedio que hacerlo para ver si logra hacerme reaccionar. Por eso la odio a ella y odio a la naturaleza y odio sus blogs y sus ideas inoportunas.

Laura dijo...

Quien escribe cuentos o novelas manipula la realidad a su antojo. Por el contrario, los cronistas y los poetas se apegan a la realidad. Los primeros desde un punto de vista más impersonal que los segundos. Los poetas son seres valientes.

Rosana dijo...

Hay una etapa en la que los niños no tienen miedo. Sin embargo en esa etapa son sumamente activos, no necesitan alicientes para hacer. Es que están descubriendo el mundo. Si logramos conservar el deseo de aprender, nuestros descubrimientos seguirán impulsándonos a la vida.

Evangelina dijo...

Cada cual carga con su cruz.

Serrana dijo...

Es increíble la cantidad de publicidad destinada a promover la venta de productos de limpieza. Debemos sentirnos muy sucios y tenemos la ilusión de limpiarnos, al menos por fuera. Eso a muchos les alcanza para vivir la ilusión de la pureza. Los más exigentes recurren a los sacerdotes y a los psicólogos para que los limpien por dentro.

Sergio dijo...

Es mejor producir arte que consumirlo. El que lo produce no se despega tanto de la realidad; debe enfrentar las dificultades inherentes al propósito de generar algo valioso.

Marisa dijo...

La publicidad nos hace vivir la ilusión de que un cambio de look nos permitirá adoptar una personalidad nueva. Sólo los buenos actores pueden servirse de ese recurso. Aunque no voy a negar que la sugestión ayuda y que los cambios exteriores colaboran con los cambios más profundos.

Selene dijo...

¿o sea que está bien pasar mal? ¡qué mala noticia! me equivoqué de bloq