Este título me cuesta dejarlo porque transgrede la gramática que mantiene en orden mis pensamientos.
Pero tendré que dejarlo para poder compartir con usted la siguiente idea.
Cuando nos comunicamos, nos preocupa la opinión del oyente o lector, pero sobre todo tenemos en cuenta si nuestra comunicación sería aprobada por quienes diseñaron nuestra forma de pensar.
Alguna vez adherí a ciertas ideas de mis padres sobre el buen comportamiento (saber escuchar, mirar a los ojos, saludar).
También hice mías algunas ideas de la escuela, de la televisión, de mis amigos, de ciertos libros.
Como no puedo prescindir de sentirme amado, esas ideas representan a quienes yo siento que me aman (sin importar si viven o han fallecido).
Yo hablo en nombre de todos ellos, los represento y a su vez me respaldan.
Habrán observado que muchos oradores dicen sus discursos mostrándose acompañados de personas (militares, políticos, religiosos, gente respetable para los oyentes) o símbolos que los receptores del mensaje decodifiquen claramente (banderas, escudos, eslóganes).
Habrán notado que en ciertas circunstancias, alguien pregunta el origen de nuestras afirmaciones.
Ese interlocutor quiere saber si estamos repitiendo ideas de personajes confiables, desconocidos, aceptados, prestigioso, aliados, opositores.
Más aún: en algunos auditorios, sólo importa el prestigio que tenga el propietario original de las ideas que se exponen, independientemente de lo que ellas signifiquen («si lo dijo Einstein, está bien», «si lo dijo Hitler, está mal»).
En suma: Nunca actuamos realmente solos. Hablamos a coro. Otros personajes invisibles nos acompañan.
Hablamos como representantes de un conjunto de personajes que nos influyen y somos escuchados por representantes de ciertos personajes que los influyen.
Conclusión: en el fondo, toda comunicación se da entre representantes de personas ausentes (padres, maestros, amigos, líderes, filósofos, cónyuge).
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La cirugía es tétrica
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13 comentarios:
Realmente la comunicación es más tétrica que la cirugía.
Estoy acostumbrado a que me contesten a coro y no entender nada. Eso de que yo también hablo a coro, me resulta nuevo.
Si fuese de otro planeta y quisier hacerme pasar por humano, primero me asesoraría muy bien para saber quiénes son los buenos y quiénes los malos.
A MI NO ME INFLUYEN
Con las personalidades múltiples es como tener al coro de los niños de Viena.
Si te adherís a las ideas de tus padres, vaya y pase. Lo que no hay que hacer es adherirse a los padres.
Las personas que a ud lo amaron deben ser muy extrañas.
Cuando representamos a personajes controvertidos, en lugar de respaldo precisamos guardaespaldas.
Si me preguntan sobre el origen de mis afirmaciones estoy perdido, mi memoria es pécima y mi afán de autoría máximo.
Hablamos más con las voces de nuestros muertos que con las voces de los vivos. Incluso cuando somos pequeños, cargamos con las voces que hablan a nuestros padres.
En la mayoría de los auditorios importa más saber quién va a hablar que saber qué va a decir.
Tengo un amigo cinéfilo que lleva una vida de película.
Los políticos son los que saben hablar a cada momento con la voz adecuada.
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