En el artículo titulado La violenta violación educativa les decía que la enseñanza obligatoria que imponen los países a sus ciudadanos, es una forma de violación cuando el alumno no desea aprender lo que le enseñan.
Los alumnos no fracasan: simplemente se resisten a la violencia de la que son objeto y abortan (olvidan, no retienen, rechazan) todo lo que recibieron contra su voluntad.
Como una mayoría de personas está convencida de que «los sistemas son buenos, pero los que siempre fallan son las personas», agreden a las víctimas (violados) y defienden a los agresores (los sistemas ineficaces).
La causa de esta infamia universal es compleja. De hecho, son muchas causas asociadas.
Como el cerebro humano sólo puede percibir pequeñas parecelas de la realidad (1) y además tiene dificultades para luego acceder a una visión global, esa cantidad de causas están en la cabeza de muchas personas, que a veces ni se conocen entre sí, como para trabajar en equipo y lograr una sístesis que descubra «la causa» de esta actitud aberrante (enseñar por la fuerza).
Una de las causas, es la creencia en el libre albedrío y la necesidad de suponer que los malos alumnos (o los malos docentes) son culpables de los pobres resultados educativos.
Cuando nuestra atención se focaliza en la culpabilidad, automáticamente se nos ocurren soluciones que sólo determinan el delito y el castigo a personas de carne y hueso.
La propia noción de culpabilidad, dificulta identificar como causa de un problema algo que no sea una persona física condenable.
Para los amantes del libre albedrío, los sistemas siempre son buenos porque no pueden ser ni condenados ni castigados.
En suma: los sistemas siempre son buenos porque son inimputables y sus víctimas siempre son culpables porque pueden ser castigados.
(1) Comer la verdad
Los análisis de Hiroshima y Nagasaki
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11 comentarios:
Ciertamente como ud dice, siempre se piensa que los sistemas son buenos y fallan las personas. Le doy un ejemplo que quizás se vincule también a la educación en el sentido más amplio. En el día de ayer se produjeron en mi país (Uruguay) los disturbios habituales que prosiguen al desarrollo de un clásico (me refiero a los partidos de fútbol disputados entre Peñarol y Nacional), agravados en esta oportunidad porque se trataba de la coronación del Torneo Clausura.
Las autoridades culpabilizan a los "inadaptados de siempre" y siempre se responde del mismo modo: a la violencia más violencia y represión.
Si bien los intentos por comprender este fenómeno social no son nada nuevos, aún no se ha dado en el clavo o no se ha sabido cómo introducir cambios sociales que nos permitan encauzar nuestra violencia, respetando los derechos de los demás.
Pretender ensañar por la fuerza es completamente ineficaz, además de ser un atropello.
Tanto se habla de los derechos del niño, la niña y los adolescente, y sin embargo vivimos castigándolos con el aprendizaje.
Una actividad que en un comienzo de la vida surge espontáneamente a partir de su curiosidad y que luego los adultos nos encargamos de interrumpir porque hacemos las cosas mal y no ejercemos la autocrítica.
Nuestra necesidad de castigo sólo se calma cuando encontramos al individuo culpable.
Sucede algo parecido cuando los "culpables" somos nosotros mismos. Con frecuencia, en esos casos, pedimos castigo.
Condenar, condenar, siempre condenar. Es la historia de las religiones. Condenan para ejercer la sobervia del perdón.
La única que permanece buena, pura como un lirio, sacrificada y santa, es mi madre querida.
Lo importante es aprender. Si no me equivoco, la palabra educar implica la voluntad de un tercero, que busca impartir sus conocimientos.
Mi padre decía que la mejor manera de aprender es mirando. Yo agrego, haciendo, acertando y equivocándose. Así es como aprendemos todo antes de ser institucionalizados.
Me arriesgo a afirmar que desarrollaríamos mucho más nuestras potencialidades si aprendieramos de manera más libre, guiados cada uno por su particular interés y sus propias necesidades.
Básicamente concuerdo con Casilda, pero no me imagino cómo un niño puede aprender a leer, escribir y hacer cálculos (estoy hablando de la base para cualquier otro aprendizaje posterior) sin la ayuda de otro que ya haya adquirido esos conocimientos.
Sin duda que los conocimientos mencionados por ud, Orosmán, deberán ser impartidos por un maestro, pero no mucho más. Por otro lado, en la enorme mayoría de los casos, esos son los aprendizajes que los niños adquieren con mayor alegría. La tortura viene después, cuando se sobreagregan conocimientos hacia los que, por el desarrollo natural del niño, aún no se ha mostrado interés.
Parece que Casilda pretende que es posible una sociedad sin médicos, arquitectos, ingenieros...
Volvamos a la época de las cavernas y enfrentemos a los leones. Ahí vamos a recordar lo que es la verdadera violencia.
Me parece que Casilda no está enfocando las cosas en ese sentido, aunque admito que se trata de un tema muy complejo, para el cual se necesitan muchas cabezas pensantes.
Mi hijo conoce todos los nombres de los aviones de combate y no se acuerda de cómo se llaman los profesores que tiene en el liceo.
Qué tengo que pensar?
Que lo suyo es la ingeniería aeronáutica o que está fascinado por los instrumentos de guerra, o (le diré que esta es la opción por la que me inclino) que no ha incorporado lo que es el sentido del deber y con 16 años todavía la vida le sigue pasando por un costado.
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