lunes, 26 de octubre de 2009

Los costos de amar por obligación

Una característica de nuestro cerebro es que cree ver en sus semejantes un reflejo suyo.

Nos miramos como si, en lugar de ser personas diferentes, el otro fuera un espejo nuestro.

Parece disparatado pero no lo es tanto.

Esta es la causa principal de la intolerancia.

Un europeo puede rechazar a un gitano o un americano de raza blanca puede rechazar a un indígena, porque tanto el gitano como el indígena no han reflejado lo que el europeo o blanco esperaban.

La piel más oscura, la adoración a otros dioses, bailes diferentes, son más que suficientes para tomar distancia de esos «espejos fallados» (porque no devuelven la imagen que pretendemos ver).

El rechazo al diferente a nosotros es un impulso irracional que la educación pretende revertir.

Esta educación que nos dota de cierto control también podemos llamarla hipocresía.

No solamente se puede disimular bastante bien el rechazo que nuestro cerebro siente por los diferentes (física o culturalmente) sino que hasta pueden instalarse actitudes drásticamente opuestas a nuestro impulso natural, esto es, la aproximación deliberada a los que son diferentes.

«Nadie regala nada» y la naturaleza es la primera en cobrarse las transgresiones a sus Leyes.

La actitud tolerante es necesaria pero tiene costos que pagamos tarde o temprano.

El fundamento de que algo está vigente porque siempre se hizo así no es válido. Siempre tratamos de superar este rechazo al diferente pero no siempre lo logramos.

La pregunta que deberíamos hacernos para no actuar por simple costumbre es ¿Cuánto cuesta en términos de salud personal y colectiva forzar la tolerancia?

Si llegáramos a una respuesta podríamos procurar una mayor tolerancia al menor costo posible.

Bajando este costo podríamos ser más tolerantes.

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14 comentarios:

Sibila dijo...

Original el abordaje y por eso no es fácil entenderlo.

Lo imprimí para leerlo en otros momentos.

Lucrecia dijo...

Es difícil imaginar qué costos puede tener una actitud tolerante.

Rosmary dijo...

Hay diferencias que me permiten ser tolerante con naturalidad y hay otras que me generan un sentimiento de violencia interno.

Rolando dijo...

Creo que quien se aproxima deliberadamente al diferente, lo hace porque necesita hacerlo, es decir, tiene más ganancia que pérdida, cuando asume esa actitud.

Ingrid dijo...

La fallutería es imprescindible para vivir en sociedad. Cuando la dosis de fallutería que debo utilizar es demasiado alta quedo amargada y con bronca.

Renato dijo...

Debo admitir que soy un hombre feo. Lo curioso es que a pesar de eso sigo sintiendo rechazo hacia las personas que son feas, igual que yo.

Lorenzo dijo...

Lo primero que deberíamos hacer es admitir que en muchísimas ocasiones forzamos la tolerancia.

CHECHU dijo...

NO ME INTERESA SER TOLERANTE Y NO LE PIDO TOLERANCIA A NADIES

Amanda dijo...

¿Por qué será que inventamos una ética que repudia todo lo que en realidad somos?

José dijo...

Amar por obligación tiene su costo pero alivia la culpa.

Luján dijo...

Creo que deben ser más altos los costos de vivir con una actitud intolerante (sobre todo para los que te rodean).

Capristo dijo...

El rechazo al diferente no se puede anular por medio de la voluntad. Lo que hacemos es ocultarlo ante los demás y muchas veces ante nosotros mismos. Es otra forma de alienación.

Lucrecia dijo...

Quizás para llegar a ser tolerante de veras haya que ser algo indiferente, o darle importancia a las pequeñas cosas.

Anónimo dijo...

... y a veces somos tolerantes por interés, como los vendedores, que nos ponemos distintas caretas para cada cliente y así toleramos muchas cosas que nos pueden afectar psicológicamente, pero nos acostumbramos a convivir con ellas. Es por esto que somos tan especiales y, quizás, casos interesantes de estudio...