domingo, 18 de octubre de 2009

De traje gris en la niebla

Un amigo de mi abuelo que vive con él en una confortable residencia de Montevideo, me contó varias veces —pero sin variaciones preocupantes— lo que sucedió cuando —finalizada la Segunda Guerra Mundial—, le ordenaron hacer un vuelo a una ciudad llamada Grunswick (eso es lo que yo le oigo al menos).

Ellos estaban en Londres y esta ciudad quedaría en algún lugar de Alemania.

El vuelo estaba previsto para partir a las siete de la mañana y era claro para este piloto que no correspondía hacer preguntas sobre quién era el único pasajero que usaría un avión con capacidad para treinta soldados armados a guerra.

Contra todo lo previsto, media hora antes entró a la pista un auto negro, se detuvo ruidosamente y el pasajero descendió sin esperar que el chofer abriera la portezuela.

Seguramente se trataba de un civil, vestido de gris oscuro, con un sombrero puesto de tal forma que le daba a las orejas una forma ridícula.

Abrió él mismo el baúl trasero, extrajo una valija de tamaño mediano y sin ningún protocolo se dirigió hacia la escalerilla del avión.

El piloto —amigo de mi abuelo— subió a la nave y pidió las autorizaciones correspondientes a la torre de control.

Llegaron sin novedad hasta el aeropuerto de esa ciudad, el pasajero se bajó sin decir palabra, se subió a un coche que lo esperaba y se alejó rápidamente.

El amigo de mi abuelo intentó hablar con su base pero las comunicaciones se interrumpían haciendo inaudible los mensajes.

Finalmente se restablecieron y el piloto fue severamente amonestado por haber partido sin el detective que había coordinado el viaje tras la pista de un espía alemán responsable de grandes pérdidas para Inglaterra.

Quedaron desconcertados de ambos lados cuando nuestro aviador informó que efectivamente había cumplido la misión de transportar al silencioso pasajero.

Todas las hipótesis coincidieron en que el espía se había valido una vez más de su envidiable talento para adoptar la identidad más conveniente según el caso.

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11 comentarios:

Diego F dijo...

Me gustaria adoptar otra identidad pero como perro.

Las cosas que le hace a su perro una mujercita que conozco me estimulan.

Paty dijo...

¡Qué lindo escribe Licenciado!

Orosmán dijo...

No soy espía alemán pero igual me hago llevar a donde quiero.

Matémico dijo...

Moraleja: las comunicaciones inaudibles pueden llevar a grandes equivocaciones.

Marta dijo...

Hay unos cuantos que sin ser espías, adoptan la personalidad conveniente para cada caso.

el taxista dijo...

Cuando llevo pasajeros silenciosos no insisto en sacar conversación. Uno nunca sabe a quién está transportando.

Rubén dijo...

No me cierra que el tipo se haya ido media hora antes y sin autorización de la base.

Manolo dijo...

Esto va para vos, gordis: me gustaría adoptar la identidad del helado de fresa que escondes en la nevera.

Mª Eugenia dijo...

¿Y el avión partió a pesar de la niebla?

Edelweis dijo...

Los autos negros son como los gatos negros: mal presagio.

Anónimo dijo...

CALDENSE
HOY DIA ES MUY DIFICIL ELUDIR LAS AUTORIDADES, LA TECNOLOGIA PERMITE LLEGAR MUY LEJOS SIN TANTOS MISTERIOS.