domingo, 11 de octubre de 2009

Alarmarse no es necesario

La vida en el campo parece monótona pero eso lo dicen quienes no lo conocen.

A las tres de la madrugada me despertó un fuerte estallido. Seguramente había caído un rayo cerca.

El aguacero se convirtió en una bendición porque nada me gusta más que conciliar el sueño cuando llueve.

Dos días después confirmé que había caído un rayo en la quinta quemando un amplio sector de plantíos.

Cuando tuve tiempo recuperé el terreno quemado y no tardaron en crecer las zanahorias que sembré.

Sólo yo comía esta hortaliza convencido por mi padre de que era muy buena para la piel y para la vista.

Una tarde de domingo sentí una extraña sensación imposible de describir. Me costaba mucho conciliar el sueño y había noches en que no podía pegar un ojo.

Al silencio de la noche, siempre lleno de sonidos mínimos como ladridos, zumbidos, carreras de animalitos que no saben caminar despacio, gatos apasionados, golpecitos rítmicos o desordenados, se le agregaron las voces.

Primero lejanas como si fueran dos caminantes que pasaban por la carretera y luego cada vez más cerca.

No podía determinar si eran reales o eran iguales a las que sentía mi padre antes de que tuvieran que llevárselo atado.

Una noche se espabiló Silvana y se puso a conversar. Como no mencionó para nada la conversación de estos caminantes, me convencí que sólo ocurrían dentro de mí.

El tema de la conversación no era violento como el que oía mi padre. Se ve que eran personas muy educadas y conocedoras porque trataban temas de gran profundidad.

Los problemas no se hicieron esperar porque cada vez rendía menos en mi trabajo. El cansancio me ganaba empezando por las piernas hasta que ya se me caían los objetos de las manos.

Cuando a Silvana se le dio por incluir zanahorias en su dieta por sugerencia de su hermana, descubrimos que aquellas hortalizas producían ese extraño fenómeno y ambos dejamos de comerlas.

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13 comentarios:

Güito dijo...

a ver si entendí: las zanahorias mezcladas con un rayo, son alucinógenas?

Dionisio dijo...

Moraleja: las zanahorias que han sido alcanzadas por un rayo te pueden rayar.

Dionisia dijo...

Los vecinos que viven en el apartamento de al lado discuten todas las noches. Yo me entretengo bastante escuchándolos y me ha surgido una enorme curiosidad por conocer sus caras. Es curioso, pero hasta ahora nunca nos hemos cruzado.

Anónimo dijo...

Vivo en un caserón enorme que tiene para-rayos. La semana pasada cayó un rayo y a partir de ese momento dejaron de servir todas las llaves de casa. Ni siquiera entran en la cerradura. Desde entonces estoy encerrado y no me animo a escalar el enrejado porque temo que me confundan con un ladrón, como le pasó al profesor amigo de Obama. Tampoco quiero pedir ayuda porque pueden pensar que estoy loco. Bueno, al menos me pude desahogar contándoselo.

Cholo dijo...

A mí lo que me despierta siempre a las 3 de la madrugada es mi mujer cuando toma por asalto la heladera.

la nutricionista dijo...

Lo que no se sabe es que la zanahoria sirve para conectar nuestro oído a los sonidos de universos paralelos.

Orosmán dijo...

Cuando llueve de madrugada se me despierta el indio.

Rosana dijo...

Deberíamos tener en cuenta que las tardes de domingo son peligrosas y tomar recaudos. Nada mejor que pasar la tarde en el shopping, para que la mente se vacíe de todo contenido.

Silvana dijo...

No le mencioné nada acerca de las conversaciones de los caminantes porque no quería que llamara al loquero, como hizo con nuestro padre. Ahora lo convencí de que la culpa era de las zanahorias.

el padre dijo...

Me hice el loco porque ya no soportaba la dura vida de campo. Después me escapé del hospital sobornando a un guardia que creyó la historia de las zanahorias alucinógenas. (Pobre tipo, pensó que se iba a hacer la América comercializándolas). Ahora me dedico a la astrología y vivo cómodo en un apartamento del centro.

los dos caminantes dijo...

Fue una macana que esos campesinos nos escucharan. Nuestro objetivo era explorar el terreno para hacernos de esas zanahorias que despiertan el sexto sentido. No pudimos arriesgarnos a que nos descubrieran, pero pronto lograremos hacernos con la cosecha. Seguro que las van a vender baratas; la incredulidad de esta gente es asombrosa.

Justino dijo...

Más que alarmarse, conviene poner rejas electrificadas.

Edmundo Sabio dijo...

No hay que adoptar conductas solitarias provenientes del consejo de un padre enajenado.