domingo, 4 de octubre de 2009

La sobrina del padre

El padre Cirilo era la persona indicada para la ocasión.

No solamente curó al comisario de un extraño maleficio —que no tardó en salir a la luz pública desde el prostíbulo donde se manifestara—, sino que era parte interesada.

Los ruegos a San Jorge no solo se harían con ese fervor y timbre de voz que cualquiera supondría del mismo de Dios (si hablara), sino que por ser un terrateniente dedicado al cultivo de maíz, necesitaba que lloviera cuanto antes.

Los agricultores habían soñado con un definitivo cambio de vida porque los campos explotaban de energía vegetal.

Muchos hicieron compras en la capital que se pagarían con la venta de la cosecha.

Esta sequía estaba marchitando los plantíos y hasta el alma de los más creyentes.

El nerviosismo del padre Cirilo era indisimulable. Los otros hacendados habían hecho importantes donativos para sostener la imagen del santo en la procesión.

Las devotas que necesitaban confesar sus malos pensamientos (celos, envidia, mentiras) no estaban conformes con el apuro. Preferían ser escuchadas con parsimonia, exponiendo los pecados con lujo de detalles.

Asimismo preferían la sanción severa, el mesurado horror del sacerdote, las interjecciones alarmadas ante la furia pecadora de las solteronas.

Durante estos preparativos la sobrina del cura lo había estado observando en su enérgico ir y venir. Varias veces pasó delante de ella haciendo sonar con estrépito algunas baldosas flojas del templo.

Aunque no tenía pensado confesarse, algo la indujo a hacerlo y se ubicó al final de la fila.

Cuando le tocó el turno a ella, la efervescencia religiosa para comenzar la procesión era desbordante.

Al ver que no llegaba, un hacendado fue decidido a interrumpir el sacramento pero encontró el confesionario vacío.

Buscaron en la iglesia y en la casa sacerdotal pero no se lo pudo encontrar.

Comenzaron los comentarios de la más variada fantasía, misticismo y dramatismo pero igual se inició la procesión con esa significativa ausencia.

Cuando se enfrentaron a la primera calle transversal vieron con asombro y temor una densa tormenta que se acercaba desde el norte.

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12 comentarios:

Magela dijo...

¡Maravilloso, me encantó, súper!
Una sóla crítica, pero que se trata de un gusto personal, no me gustan los finales tan, tan, abruptos.

Arminda dijo...

Después de una segunda leída interpreto, aunque no sé si estoy en lo correcto, que "ella" era la sobrina del Padre Cirilo (aunque debería mencionarse en el relato, no alcanza con aludirla en el título)y se puede suponer que la ausencia del padre Cirilo está vinculada a un encuentro con su sobrina y, siguiendo con las suposiciones, que ese encuentro (probablemente de carácter amoroso) fue el que desencadenó el milagro, es decir, esa tormenta que tanto se necesitaba.

otra vez Arminda dijo...

A la tercer lectura me queda clarísimo. Me disculpo porque ud sí menciona a la sobrina que pasa varias veces frente al Padre Cirilo. Luego el confesionario vacío y las conjeturas del pueblo, hacen sospechar el final enigmático y perturbador que trae la lluvia de la mano de la felicidad de los inesperados amantes.
Creo que está un poco escueto, da para desarrollarlo más y convertir este relato en una joyita. La forma de decir es muy atractiva, vívida, dinámica, con un humor que se desprende con naturalidad en cada uno de los párrafos.

Hugo dijo...

La moraleja de este relato es que la Naturaleza va a hacer llover cuando se le cante.

Orestes dijo...

Teniendo en cuenta las curaciones del padre Cirilo, se ve que algunos conocimientos de medicina tenía.

Morgana dijo...

Yo también me imagino que Dios debe de tener un timbre de voz parecido al que tienen sus creyentes enfervorizdos. Dios, debe ser terrible, grandilocuente, tajante. Debe ser como los emperadores romanos cuando apuntaban abajo con el pulgar.

Sandra dijo...

Me gusta la imágen del alma marchitándose igual que los plantíos.

Jacinta dijo...

Otra moraleja de este cuento es que nunca debes hacer compras en la capital hasta no haber asegurado la venta de la cosecha.

Pepa dijo...

Los maleficios que salen a la luz pública desde los prostíbulos donde se manifestaron (¡qué bien dicho que está!)son un poroto al lado de las maléficas lenguas envenenadas que los difunden.

Rulo dijo...

Para mí que el padre Cirilo andaba nervioso porque ya tenía craneado encontrarse con la sobrina.

una devota del Padre Cirilo dijo...

No sé qué le pasó esa vez al Padre Cirilo. Estaba con la mirada perdida y fingía interés de una manera muy poco creíble. Cuando iba por lo mejor de mi pecado me interrumpió para mandarme rezar 3 Ave María, como si lo mìo fuese una chiquilinada equivalente a robar confites de una tienda.

El cura dijo...

El éxtasis le está pegando feo, Doc.