Los seres humanos tenemos dificultades para mantener el equilibrio psíquico.
Por ejemplo, la proporcionalidad entre la molestia recibida y la descarga de energía que uno hace para detener al agente molesto es muy difícil de lograr. Si alguien se siente picado por un mosquito quizá se propine un manotazo que sería suficiente para aplastar un ave.
Cuando el fenómeno se ve desde afuera es posible evaluarlo con racionalidad pero cuando el fenómeno se ve desde adentro es imposible evaluarlo con racionalidad.
La señora ya le dijo cuatro veces a su esposo que no camine sobre el piso recién lustrado sin usar los patines de fieltro. La quinta vez que el señor realiza esa caminata con descuido, la señora toma entre sus manos el jarrón que les regaló su suegra y lo lanza sobre la araña de infinitos caireles que les regaló su cuñada. ¿Se trata acaso de un episodio de psicosis agitada? Quizá no.
Retomo algo que ya mencioné en otro artículo: Dios condenó a TODA la humanidad a ganarse el pan con el sudor de la frente del hombre y a parir con dolor porque Eva se comió una manzana fuera del menú permitido en el paraíso.
En suma: la proporcionalidad entre la acción y la reacción es un concepto ideal, teórico, legal, moral, ético pero inhumano.
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9 comentarios:
El caso de mi compañera no es tanto de desproporción sino de distribución. Ella aguanta y aguanta con una paciencia exagerada. En cierto momento inesperado para todos (incluida nuestra mansa Doberman) estalla por la cosa más nímia como si la hubieran golpeado por la espalda. Ella tampoco sabe cómo administra sus reacciones.
Eso de caminar sobre el piso recién encerado lo comprendo muy bien porque me pone furiosa que dejen algo tirado cuando estuve dos horas levantando todo lo que mis hijos dejan por ahí.
Los que se quejan de mis rabietas no evalúan que es mucho mejor eso a que me suscriba a alguna religión budista y deje que la casa se caiga de mugre.
Para mí la intolerancia es la cosa más normal del mundo, lo que sucede es que como causa tantas molestias uno se cree que es rara o enfermiza.
Soy juez en lo penal desde hace unos cinco años y me identifico bastante con los reos. En mi casa practico teatro ante un espejo tratando de imitarlos porque son especiales.
En esa línea digo que los seres humanos somos unos locos de mierda que tenemos que llenar bibliotecas para establecer algún tipo de proporcionalidad entre el delito y la pena, tener en cuenta los agravantes y atenuantes, la intencionalidad, el objetivo de la pena que se imponga, el caracter disuasivo de la condena para futuras faltas y mil variables más. Quizá sea algo sencillo, pero somos expertos en complicarla.
En la imagen, estoy seguro que la persona que empezó a cargar el carro ni se le ocurrió que llegaría un punto en el cual el caballo se despegaría del piso. Esto es no ver el bosque por ver el árbol. La falta de proporcionalidad también surge por lo mismo. Si encuentro alguien dentro de mi casa, tengo que vaciarle el cargador de la pistola entre el pecho y la cabeza, cuando en realidad si lo invitara a retirarse, lo haría sin más.
Para mi que a muchas tiranías se llega porque los pueblos empiezan a irritarse desproporcionadamente con algunas situaciones y exige a las autoridades "mano dura" para ciertos delitos. La escalada continúa hasta que finalmente se abandona el estado de derecho y se ingresa en el despotismo.
¿Se imaginan qué pasaría en un país donde se acostumbre que el victimario sea entregado a los seres queridos de la víctima para "arreglar cuentas"?
Sería terrible, sin embargo en cosas menos graves, todos tratamos de que se nos haga justicia y gestionamos la reparación que creemos merecer.
Con esto lo que quiero decir es que la autogestión de la justicia está expuesta al fracaso porque no tenemos ponderación, somos desequilibrados por naturaleza.
Entonces, cuando padecemos un perjuicio que legalmente podemos reparar por nosotros mismos, igual nos convendría pedir la intervención de un tercero porque es probable que sea más efectivo pues nuestra desproporcionalidad suele jugar en contra nuestro, aunque encontremos el placer de aplacar nuestra sed de venganza.
Mi gran problema es entender qué entienden los otros por lo que es grave o no grave.
En mi vida me he encontrado con desagradables sorpresas porque lo que para mí no tiene ninguna importancia, resulta que al otro poco menos que se le salen los ojos de la cara para decirme horrorizado las consecuencias impresionantes que acarreará mi acto...
Esto me produce tal inseguridad que no me animo a hacer casi nada por temor a que nuevamente me esté equivocando sobre si hago bien, mal o pésimo.
Ud realmente no repara en decir lo primero que se le ocurre. El concluir su artículo diciendo que la proporcionalidad es finalmente inhumana es de una audacia bastante ilimitada, pero ¿sabe una cosa? Reconozco que tiene algo de razón. Mejor dicho, tiene razón de pleno pero no podemos asumir semejante cosa porque si así lo hiciéramos se caerían las estructuras jurídicas que nos vienen asegurando una convivencia aceptable.
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