viernes, 30 de mayo de 2008

Los silencios estimulantes

Uno de mis amables lectores me envió el siguiente texto para que se lo publicara entre los comentarios:

La mía [se refiere a la temática de una supuesta novela que escribiría] está mejor que todas esas.

Es un joven rico que vive en un lujoso apartamento de Nueva York. Se enamora de su empleada doméstica, se casan y por las noches tienen relaciones sexuales poco interesantes. Sin embargo, luego de que ambos tienen ese modesto orgasmo, ella se queda mirándolo con cara de fascinación. Él le pregunta por qué lo mira así y ella le contesta que está maravillada con su forma de pensar. Él le dice que nunca han hablado de eso, pero ella le dice que igual le gusta eso que no conoce. Él empieza a hablar de sus ideas seguro de que ella no las entendería y ella nunca dice nada, pero pone caras de entender o no entender que él utiliza para aclarar mejor su explicaciones. Con el tiempo él se da cuenta de que tantos silencios estimulantes le han provocado una verdadera revolución en su cabeza y duplica su capital gracias a las nuevas ideas que surgieron a partir de la mirada interrogante.

En este breve argumento está representada la situación analítica de una manera muy simple y amena.

El paciente por algo elige a su analista (hombre o mujer) y el analista también lo elije a él (o ella). Una vez que ambos se aceptan porque perciben que podrán trabajar en análisis, el paciente confía en la capacidad y discreción del analista y le informa todo lo que se le ocurre en cada sesión. El analista sólo hace mínimas aclaraciones en oportunidades que él sabe muy bien cuáles son (como si lo intuyera pero en realidad existe una técnica para hacerlo) y luego de un tiempo el analizante (paciente) empieza a percibir que las cosas le ruedan mejor, que la vida no es un jardín de rosas pero tampoco es un calvario.

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9 comentarios:

Anónimo dijo...

Soy psicóloga y no me gusta ser comparada con una empleada doméstica. Podrían haber buscado una ficción más adecuada no?

Anónimo dijo...

No creo elegir a mis pacientes. En todo caso lo que hago es ver si es analizable o no.

Anónimo dijo...

Las personas que saben escuchar me resultan más útiles que las conversadoras. Yo no es que sea muy conversador pero me doy cuenta que cuando encuentro alguien que sabe escuchar, me hace sentir mucho mejor que el que me atosiga con sus historias y opiniones. No debería ser así pero es mi verdad.

Anónimo dijo...

Mi compañera podría ser analista porque sabe escucharme y nunca me exige que sea coherente. Mi ex-mujer también me escuchaba pero se dedicaba todo el tiempo a vigilar como un policía si me contradecía o no. Sólo escuchaba para encontrar errores míos. Eso lo hace mucha gente y no sabe el daño que hace.

Anónimo dijo...

Me parece Freud tenía una fijación oral proque en algunas fotos está con un cigarrillo, o con una pipa y ahora con una mate. No hay duda.

Anónimo dijo...

Me gustaría leer esa novela de su lector. Parece que estaría buenísima.

Anónimo dijo...

A mi también me gustaría pero ambientada en España. Más precisamente en Barcelona.

Anónimo dijo...

Me atendí con dos psicólogos y son bien distintos. Con el primero tenía que apurarme a decir lo que yo quería decir porque él se desvivía por exponer sus opiniones. Con la actual dice mmm, aja? y otras genialidades por el estilo. Para terminar la sesión apenas dice "bien...". Le comieron la lengua los ratones. jajaja

Anónimo dijo...

En algún otro lugar de estos blogs se decía que el que realmente sabe es el cliente. Yo creo esto. El psicólogo sólo orienta y nada más.