lunes, 5 de mayo de 2008

El deseo inapelable

El deseo de un ser humano es la presión interior que recibe para hacer ciertas cosas y que generalmente termina haciendo. Quizá debí decir: siempre termina haciendo, excepto que las condiciones exteriores se lo impidan.

Ese motor del que estamos dotados funciona siempre que estemos vivos. Después deja de funcionar. O porque deja de funcionar es que morimos. Realmente no sé si algo de esto sucede primero, si alguno es consecuencia del otro, si son simultáneos. Sólo sé que el deseo está y que, empuja, incentiva, promueve, estimula, nos conmina a realizar ciertas acciones.

Muchas personas no están enteradas de que en realidad están motorizadas por más de un deseo. Al propio –infaltable- se le agregan: el de la madre, el del padre, el del maestro, el del profesor, el del cónyuge, el del gobierno, el de los organismos internacionales de crédito y un extenso etcétera.

Si la persona no se da cuenta cómo lo están empujando a realizar ciertas cosas, no se entera que su cuerpo está siendo usado para dar curso a deseos ajenos. Algo parecido a la esclavitud pero mucho más disimulado.

A veces esas personas se sienten excesivamente cansadas, doloridas, desmotivadas, extrañas consigo mismas y ésta puede ser una explicación muy válida. Así como en algunas ciudades hay robo de energía eléctrica, de impulsos telefónicos, de gas por cañería, de señal de televisión por cable, de agua potable sin que los que la pagan se den cuenta que están pagando el consumo de otros, muchas veces sucede que nuestro cuerpo está siendo usado para dar curso al deseo de otras personas y eso nos produce una pérdida que la sentimos pero no la registramos. La padecemos sin darnos cuenta.

Ejemplos aclaratorios: Estudiamos medicina porque es el deseo de papá, nos vestimos con ropa oscura porque es el deseo de mamá, votamos al partido XX porque es el predilecto del profesor de filosofía, vamos los domingos a visitar a un par de ancianos aburridos porque es el deseo de nuestro cónyuge, y así, otro extenso etcétera.

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11 comentarios:

Anónimo dijo...

Guapooo!

Anónimo dijo...

Soy un músico atrapado en el cuerpo de un empleado de banco. Mis padres tienen alergia a la incertidumbre y por eso me presionaron hasta que lograron con mil artilugios que ingresara a esta cárcel de cristal donde hago cosas que no me interesan para nada.

Cuando un fin de semana trabajo en dos o tres presentaciones, sumando más de 10 horas de trabajo, vuelvo, duermo y me levanto como nuevo. En el banco trabajo seis y con menos de doce horas no logro recuperarme.

Anónimo dijo...

La obediencia que tenemos que tener de todas las normas de convivencia hace que siempre estemos empujándole el auto a alguien. Es probable que haya unos pocos que se salvan de ser abusados por alguien. Dije que es probable no que es cierto.

Anónimo dijo...

Alguna vez se pusieron a pensar cuántas horas del día estamos trabajando para pagar los que nos cobrar por qué sí no más. Creo que por los menos tres horas diarias estoy trabajando gratis porque lo que gano se lo están llevando las diferentes instituciones que meten su manaza dentro de mi bolsillo.

Por lo tanto, yo y ud simplemente somos esclavos part-time. Le guste o no le guste.

Anónimo dijo...

Hace muchos años -más de los que desearía- que estoy casada con un hombre cuyo deseo sexual es imparable. Ya no le ofrezco más resistencia. Estoy cocinando y él me toma sin preguntar nada y apartándo de su camino la ropa imprescindible, me penetra y en cuestión de dos o tres minutos, eyacula dentro de mi vagina, luego devuelve a su lugar la ropa que tuvo que apartar y sigue con lo que estaba. Muchas veces yo no interrumpo lo que estaba haciendo. Ahora que leo lo que describo y que es verdad, me suena extraño, pero esa que está ahí, seguramente soy yo pero cuando no soy de mí sino que soy de él.

Anónimo dijo...

Vivo cansado y no creo que alguien me esté usando porque soy conciente de que no le sirvo a nadie.

Anónimo dijo...

Estoy pensando en cómo rescatar a mi hija que se ha enamorado de mi suegra y sólo tiene palabras para hablar maravillas de ellas y yo he pasado a un segundo plano. Le hace todo lo que le pide, se viste como ella quiere, atiende a su marido como la madre de éste sugiere. Le lavaron el cerebro en esa familia.

Anónimo dijo...

Me parece que si es cierto que siempre estamos motorizado por un deseo como ud dice, también es cierto que para vivir en comunidad es impresindible dejarse usar por el deseo de los demás, aunque sea un poco, de forma controlada, pero el mantenerse aislado de las influencias ajenas, el no permitir que otros usen nuestro cuerpo para dar trámite a su deseo, implica simultáneamente aislarse, quedar desconectado de los demás y eso sería algo parecido al autismo o la historia de Robinson Crusoe.

Anónimo dijo...

No puedo dejar de mirar la foto de esos tres muchachos jóvenes del post de ayer y sueño con qué lindo debe ser dejar que te usen el cuerpo esas dos preciosuras a cambio de que te dejen usar el de ellas como si fueran tuyos. Imagino cómo podría dejar fluir mi deseo con esos dos cuerpos femeninos, desnudos y excitados. No me impórtaría para nada que hagan con el mío lo que se les ocurra.

Anónimo dijo...

Estoy muy bien del corazón porque todos los días la vecina me pide amablemente que le empuje su Fiat y arranca gracias a mi. Ella saca un brazo lleno de pulseras o algún pañuelo de gasa multicolor y yo pienso para mí: Algún día latirá más fuerte su corazón porque va a entender que los mensaje amistosos que le estoy mandando quieren ir un poco más allá, pero ella sabe muy bien lo linda que es y capaz que ya tiene alguien que la mantiene contenta, pero me sigo teniendo fe para hacerle funcionar cualquier cosa de ella.

Anónimo dijo...

Habría que agregr además el deseo de las mascotas que EXIGEN ciertos cuidados.