miércoles, 13 de febrero de 2008

Neurotransmisores - Gragea Nº 46

En esencia, rozarse con gente desconocida en un colectivo repleto, darle la mano a un extraño, bailar con quien uno nunca vio antes o abrazarse con un amigo, no parecen ser tan diferentes a tener sexo casual. Siempre esto último parece una conducta promiscua y en el mejor de los casos, extravagante.

Esta gragea puede servir para cuestionar la excesiva credulidad en la lógica de los usos y costumbres, en el sentido común, en la moral oficial.

Para nada cuestiona el apego a ese criterio. Quien así piense y actúe nunca podría juzgarse como equivocado o prejuicioso. Depende más bien de cómo están diseñados nuestros gustos, los que, hasta cierto punto, se parecen bastante a las predilecciones gastronómicas típicas de cada región.

Claro que no faltan quienes así como condenan el sexo casual, también pueden llegar a afirmar que su dieta predilecta es la única aceptable. Esto no es más que intolerancia.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

en esto de la libertad sexual, se sigue juzgando distinto al hombre y a la mujer.

Anónimo dijo...

Para los jóvenes el sexo casual no es visto como promiscuidad

Anónimo dijo...

Pa! me acordé una vez que iba en un ómnibus repleto; había un tipo que con toda intención me rosaba el hombro con sus genitales. Debo confezar que fue una mezcla de exitación y de asco, donde predominó la exitación

Anónimo dijo...

Señor, está visto que ud. hace mucho tiempo que no viaja en un colectivo repleto. Le aseguro que no hay mejor antídoto para el deseo sexual

Anónimo dijo...

Los usos y costumbres, la moral oficial y no se que otra cosa que mencionaste ahí, me chupa un huevo