miércoles, 6 de febrero de 2008

Neurotransmisores – Gragea Nº 40

Cuando uno hace una pregunta tiene la secreta esperanza de que la respuesta sea la que uno más desea y no otra, sin importar la relación que pueda existir entre esa respuesta y la verdad.

Cuando una pregunta preocupante no obtiene respuesta, obtenemos la ventaja de que nos habilita suponer cualquier respuesta, por placentera y disparatada que sea.

En resumidas cuentas: no todas las preguntas demandan una respuesta y no todas las preguntas buscan la verdad. Por el contrario, la mayoría de la preguntas buscan crear una esperanza, una ilusión, una fantasía, un bienestar, una satisfacción, un placer.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo me he pescado muchas veces eligiendo al candidato para preguntar ciertas cosas y eludiendo a los otros cuya respuesta me parece que no me va a gustar.

Excepto ¿qué hora es? y ¿donde está la calle tal?, todas las demás preguntas son buscadoras de alguna confirmación. Salen con la respuesta sugerida.

Anónimo dijo...

Leí en un libro que parecía serio que una pregunta equivale a una vagina lubricada que espera ser llenada por un pene-respuesta. ¿No es medio loco ese razonamiento?

Anónimo dijo...

Científicamente, una hipótesis es una respuesta linda a un misterio aún no develado. Digo linda, porque ante la duda, nunca vamos a elegir una hipótesis que nos perjudique demasiado. Por ejemplo, es lindo suponer que el cigarrillo provoca el cáncer que después nos mata, porque feo es suponer que somos mortales y que de algo nos vamos a morir algún día. Uno deja de fumar y puede alentar la fantasía de que se convierte en un casi-inmortal. Luego vienen los gobernantes e imponen la prohibición de fumar en varios lugares y alentamos la fantasía de que los gobernantes son gente buena que nos protege, igual que cuando éramos pequeños los hacían nuestros padres.
El placer es el capitán de nuestro barquito.