Cuando uno hace una pregunta tiene la secreta esperanza de que la respuesta sea la que uno más desea y no otra, sin importar la relación que pueda existir entre esa respuesta y la verdad.
Cuando una pregunta preocupante no obtiene respuesta, obtenemos la ventaja de que nos habilita suponer cualquier respuesta, por placentera y disparatada que sea.
En resumidas cuentas: no todas las preguntas demandan una respuesta y no todas las preguntas buscan la verdad. Por el contrario, la mayoría de la preguntas buscan crear una esperanza, una ilusión, una fantasía, un bienestar, una satisfacción, un placer.
3 comentarios:
Yo me he pescado muchas veces eligiendo al candidato para preguntar ciertas cosas y eludiendo a los otros cuya respuesta me parece que no me va a gustar.
Excepto ¿qué hora es? y ¿donde está la calle tal?, todas las demás preguntas son buscadoras de alguna confirmación. Salen con la respuesta sugerida.
Leí en un libro que parecía serio que una pregunta equivale a una vagina lubricada que espera ser llenada por un pene-respuesta. ¿No es medio loco ese razonamiento?
Científicamente, una hipótesis es una respuesta linda a un misterio aún no develado. Digo linda, porque ante la duda, nunca vamos a elegir una hipótesis que nos perjudique demasiado. Por ejemplo, es lindo suponer que el cigarrillo provoca el cáncer que después nos mata, porque feo es suponer que somos mortales y que de algo nos vamos a morir algún día. Uno deja de fumar y puede alentar la fantasía de que se convierte en un casi-inmortal. Luego vienen los gobernantes e imponen la prohibición de fumar en varios lugares y alentamos la fantasía de que los gobernantes son gente buena que nos protege, igual que cuando éramos pequeños los hacían nuestros padres.
El placer es el capitán de nuestro barquito.
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