Mirar varias veces la misma película o releer un
mismo libro suele aportarnos nuevos detalles porque, imperceptiblemente, hemos
cambiado.
Mucha gente cree que no vale
la pena leer más de una vez el mismo libro o escuchar varias veces la misma conferencia.
Si quienes no releen o no
reescuchan lo hacen porque piensan que conocen el libro o la charla, están en
un error. Si estos mismos no repasan lo que saben que les va a aburrir están en
un acierto.
Con los libros, las
conferencias y también los filmes ocurre algo que una mayoría ha experimentado:
la segunda vez es diferente a la primera.
Nuestra mente se confunde porque
parte de la suposición de que la grabación sigue siendo la misma y que
nosotros, los lectores o espectadores, también somos los mismos.
Acá es donde falla nuestra
suposición: los que cambiamos somos nosotros, aunque nos cueste creerlo o nos
moleste aceptarlo.
La resistencia al cambio
incluye el temor a que perdamos nuestra identidad, a que dejemos de ser quien
(suponemos que) somos.
Lo que es cierto es que una
segunda experiencia receptora siempre es diferente a la anterior, y así varias
veces. Dependiendo de qué estímulo se trate (libro importante, película
compleja, conferencia humorística), podemos encontrar pocos o muchos datos,
escenas, interpretaciones, que no habíamos entendido, registrado, recordado.
Sin exagerar: con ciertas
obras es preferible dedicarles tiempo para releerlas a dedicar ese mismo tiempo
a otras nuevas.
Quizá en el primer abordaje
éramos más inmaduros que en el segundo. Quizá en el segundo acceso hemos
capitalizado algo de la primera lectura y eso nos predispone mejor para entender
lo que no habíamos entendido.
Pasa algo parecido con las
personas: suele ser preferible tener pocos amigos para poder dedicarles
bastante tiempo, que tener muchas relaciones superficiales y casi desconocidas.
(Este es el Artículo Nº 2.091)
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1 comentario:
Brillante el último párrafo !!!!!!!!!!!!!
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