Judy Garland integró un coro
junto a sus hermanas con apenas treinta meses de edad. Seguramente, fue la
cantante más precoz de la historia.
Las gemelas Quesmer comenzaron
bastante más tarde, cuando ya tenían seis años.
Mariana y Mariangela eran
hijas de un matrimonio mal avenido, pero que se mantuvo unido hasta que la
muerte los separó. Las niñas sufrían este clima hogareño y hacían lo posible
por encontrar tareas lejos de él.
A los ocho años se conocieron
con un profesor de ballet que las amó como habría amado a todos los hijos que
soñó engendrar, gestar y parir.
Si bien estaban dotadas para
el baile y el canto, lo que más disfrutaban era mirarse en los espejos del
salón donde el maternal profesor les daba clase.
Pero, lo que las marcó para
toda la vida fue su debut en un teatro rural donde actuaron para colaborar con
la escuela de la zona.
Al poco tiempo empezaron a
llover contratos, camarógrafos, periodistas, publicaciones, pretendientes,
fama, flores; pero sobre todo, grandes escenarios repletos de gente que las
miraba con una sonrisa tallada en sus rostros.
Ninguna de las dos tuvo
expectativas de formar una familia. Quizá no querían intentar lo que hicieron
los padres con tan perturbadores resultados. También existe otra explicación:
hubo un novio, que ahora no recuerdo de cuál, que se confundió por la semejanza
entre ellas, generándoles tan hondo malestar que las llevó a resolverlo
prometiéndose, públicamente, amor recíproco y eterno. Así lo hicieron y algunos
decían que dormían en la misma cama.
No hay mucho para agregar en la extensa y
exitosa carrera de estas hermanas. Dieron conciertos en casi todos los países
del mundo, tenían una gran fortuna, en especial Mariana, pues era claramente
más ambiciosa que Mariangela.
La fiesta que hicieron cuando cumplieron 80
años obtuvo la cobertura televisiva de todas las cadenas mundiales. Duró tres
días, corrieron con todos los gastos de más de dos mil invitados y, por
supuesto, actuaron, fueron ovacionadas, admiradas.
Sin embargo, dos años después, Mariangela
comenzó a tener olvidos repentinos que las llenaron de horror. Por primera vez
comenzaron a diferenciarse, sobre todo en la actitud frente a los invitados.
Mariana continuaba siendo una diva, maravillaba a todos con un glamour
delicioso, quizá más notorio ahora por el contraste con la insidiosa pérdida de
vitalidad que se verificaba en Mariangela.
De todos modos, Mariana decidió repetir los
festejos para cuando cumplieran noventa. Lamentablemente, eso no fue posible
porque la hermana falleció con ochenta y ocho.
Todos esperaban el derrumbe de Mariana, pero
no fue así. Festejó los 90 años con sorprendente alegría. Hasta los médicos
estaban extrañados de tanta vitalidad.
Finalmente, cuando habían pasado tres meses
del faraónico festejo, Mariana no se despertó. «Pasó de un sueño a otro», dijeron varios
periodistas, haciendo alarde de su apatía para pensar algo nuevo.
Al poco
tiempo del fallecimiento se develó el misterio de la vitalidad de Mariana.
Cuando un corredor inmobiliario visitó la lujosísima mansión, encontró, detrás
de un cortinado, una puerta secreta. Luego de bajar tres escalones y encender
una luz, pudo verse un teatro privado, en el que estaban sentados, con lujosos
vestidos, maniquíes en actitud de espectadores. Al activar otra llave, los ojos
de estos se encendían con estimulante admiración.
(Este es el Artículo Nº 2.083)
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