Podría decirse que cuando alguien no puede
concentrarse es porque padece un miedo difuso. Podemos concentrarnos cuando
podemos atacar.
Al observar la naturaleza
vemos que los animales tienen una anatomía adecuada al lugar donde viven y a su
temperamento natural.
En este sentido, los animales
que tienen los ojos en el plano frontal, (felinos, simios, lechuzas), son
cazadores y los que tiene los ojos en el plano lateral, (caballos, vacas,
gallinas), necesitan cuidarse para no ser devorados.
En otras palabras, los
cazadores pueden hacer converger sus miradas para atacar a la presa que les
dará alimento, mientras que los cazados pueden ver todo alrededor sin mover la
cabeza.
Los cazadores solo miran hacia
adelante y los cazados miran todo alrededor.
Esto nos llevará a suponer que
los animales que pueden focalizar su mirada, (hacerla converger en un punto
delantero), son agresivos, mientras que los animales que pueden ver a su
alrededor son huidizos.
Con estos datos de la
naturaleza observemos qué ocurre con los humanos.
Dada la ubicación frontal de
nuestros ojos somos animales depredadores. Cuando estamos amenazados, o nos
ubicamos dándole la espalda a una pared o nos asociamos con otros seres humanos
para que, entre todos, podamos ver a nuestro alrededor.
Los animales agresivos como
nosotros le prestamos atención a lo que está adelante y no podemos atender el
resto del escenario, eso sí, cuando sentimos temor de lo que nos rodea, dejamos
de prestar atención focalizada y tratamos de prestarle atención al entorno.
Mirar solo para adelante en
actitud depredadora es estar concentrados y prestarle atención a todo un poco,
es estar desconcentrados, quizá también distraídos.
Cuando alguien está concentrado está en
actitud agresiva, combativa, de ataque y cuando alguien está desconcentrado
está en actitud defensiva, atemorizada.
La agresividad nos concentra y
el miedo nos distrae.
(Este es el Artículo Nº 2.081)
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