jueves, 7 de noviembre de 2013

La monogamia y la relación madre-hijo


El matrimonio monógamo y la escasez impuesta por la pobreza son formas de conservar el rigor disciplinario impuesto por la madre.

En otro artículo publicado hoy (1) les comento que probablemente sea bueno para la salud vivir en la escasez, pero que contar con lo suficiente como para satisfacer nuestras necesidades y deseos resulta ser indudablemente placentero.

Ya he comentado en este blog que «somos hijos del rigor» y que «nos oponemos a los cambios perjudiciales».

En la primer etapa de vida, y en el mejor de los casos, estamos rigurosamente atendidos por nuestra madre, la que con rigor nos indica qué debemos hacer y qué no debemos hacer. Esta situación explicaría por qué «somos hijos del rigor».

Cuando crecemos deberíamos abandonar aquella vigilancia materna para empezar a hacernos responsables de nuestro bienestar, pero este cambio, para muchos, es displacentero y por eso se resisten. Esta situación explicaría por qué «nos oponemos a los cambios perjudiciales».

Quienes no quieren abandonar los cuidados maternos, quienes no quieren autorregularse, independizarse de la administración materna, tratarán que alguna otra condición externa a sí mismos remplace a la mamá.

Una de esas condiciones es la pobreza económica. Para evitar los perjuicios que provocan los abusos (de comida, de diversión, de actividad sexual), la pobreza económica suele ser efectiva: si no tenemos dinero seguramente tendremos que ajustar nuestra conducta.

Otra de esas condiciones es la monogamia. Si voluntariamente nos comprometemos a tener vida íntima con una sola persona estaremos replicando el formato básico de la relación madre-hijo.

El cónyuge (esposo o esposa) de una pareja monógama equivale a la exclusividad monopólica que detenta la madre.

Avenirse a este régimen voluntariamente es una manera de imponerse la disciplina que se considera necesaria pero imposible de cumplir sin alguna fuente de rigor externa. Es seguir siendo niño/a.


(Este es el Artículo Nº 2.073)


1 comentario:

Natalia dijo...

Tiene Ud. toda la razón. Dice: "El cónyuge (esposoo esposa)" y es así: una mujer es capaz de almorzar en Rumi con su ex-amante, y diez horas después puede escuchar con paciencia a su esposo, y trece horas después es capaz de tener buen sexo con su amante actual. Si ni lo hiciera así, sería aburrido.