miércoles, 9 de noviembre de 2011

La exagerada ambición sexual

El deseo de tener sexo no se detiene en el acto sexual sino que en nuestra psiquis va más allá.

Vivir es crear, producir, conseguir, investigar, luchar, matar y casi cualquier otro verbo.

Esta cantidad de verbos ocurren porque estamos dinamizados por las necesidades y los deseos.

Tanto las necesidades como los deseos son manifestaciones de carencias, escaseces, ausencias.

La misión específica (derivado del vocablo «especie») de reproducirnos nos provoca una de esas «dinamizaciones», cuya manifestación subjetiva se caracteriza por la necesidad-deseosa de tener sexo: con alguien del sexo opuesto, del propio sexo, con uno mismo (masturbación), con animales de otras especies o hasta con aparatos mecánicos.

Como mencioné en otro artículo (1), la naturaleza juega con el azar a su favor.

¿Cómo hace la naturaleza para ganar? Simplemente hace tantas apuestas que siempre logra algún resultado favorable, tal como es la gestación de un ser humano cada miles de actos sexuales, de los cuales sabemos que muchos están condenados al fracaso (anticonceptivos, homosexualidad, animalismo).

Lo que pensamos y sentimos los humanos es irrelevante para esta abundancia de intentos que hace la naturaleza.

En ese impulso que nos motoriza para cumplir nuestra misión específica (fecundarnos), encontramos situaciones extrañas.

Observen esto: estamos motorizados por la necesidad y el deseo. Tanto deseamos fornicar con alguien del sexo opuesto, que en el afán de saciarnos completamente llegamos a desear poseer a ese portador del genital complementario.

Esta ambición tan alocada como la del avaro más patológico, puede:

— provocarnos deseos homosexuales para sentir que tenemos lo que la persona deseada tiene («él tiene pene igual que yo»);

— estimularnos placeres autoeróticos pues así también sentimos poseer el órgano deseado («la mano es tan mía como el genital que puedo excitar con ella»);

— imponernos la monogamia, acompañada de celos posesivos, obsesivos, tiránicos, fundamentalistas.

(1) Cambiaré, pero no sé cómo
Lotería con millones de bolillas y miles de premios

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12 comentarios:

Roque dijo...

El acto sexual no agota nuestro deseo de tener sexo, pero nos deja agotados...

Anónimo dijo...

Tengo deseos hetero y homosexuales. Disfruto placeres autoeróticos. Me impongo y le impogno a mi pareja, la monogamia.
No entiendo por qué eso me hace alocadamente ambicioso y avaro. Lo de la monogamia puede ser. Es mucha ambición pretender que alguien sea sólo para uno, y es de avaro por no compartir, está bien. Pero y lo otro? Una pajita es lo más humilde y menos pretencioso que puede haber en el sexo. Y los deseos homosexuales qué?, por qué avaros y ambiciosos?, por que no tienden a la reproducción?, vamos! ya somos bastantes. Que se distribuyan mejor; japoneses bienvenidos.

Paty dijo...

Creo que está hablando de la sublimación del deseo sexual. Como que todo lo que hacemos es sublimación del deseo sexual. A mí eso mucho no me cabe, pero es una hipótesis...

Marta dijo...

Necesito una aventura para dinamizarme. Sea sexual, intelectual, deportiva. Lo que sea, pero algo que me mueva.

Evangelina dijo...

Hay deseos aberrantes que ud no debería siquiera mencionar. Tener sexo con animales, por Dios!

Rita dijo...

Qué te extraña Evangelina. En otros artículos ha dado a entender que el incesto es un tabú que a estas alturas está al cuete.

Jorge dijo...

En una vida... déjeme pensar... serían unos 50.000 actos sexuales. Y tengo un sólo hijo.
Cómo te jodí, naturaleza!

Anónimo dijo...

A mí me parece que ud habla tanto de sexo no por psicólogo, no. Ud se la pasa hablando de sexo para calentar a las (y los) lectoras. Así mail va, mail viene y terminan en el lecho (no vamos a decir encamados, que suena muy grosero).

Morgana dijo...

Ja, Ja! Usted es el que hace tantas apuesta hasta encontrar alguna favorable.

Lola dijo...

Mis deseos son manifestaciones de las ausencias.
...Uy! nunca dije algo tan profundo.
(lo dijo ud, pero yo lo hice mío)

Graciana dijo...

A los políticos sólo los mueve el deseo de servir :)

Gabriela dijo...

La semilla tiene que morir para que el vegetal nazca. Si hacemos un paralelismo entre la semilla y el deseo, podemos concluir que para producir, crear y procrear, el deseo debe morir; es decir satisfacerse.
La buena noticia es que EL DESEO SÍ RESUCITA!!!