Nuestra psiquis es en realidad la mezcla de otras dos psiquis: la del niño que fuimos y la del adulto que no tenemos más remedio que ser. Lo problemático es que naturalmente están en conflicto.
Invento una historia para comentar algo de nuestro funcionamiento psíquico.
Había una vez una niña de 5 años que los padres bautizaron con el mismo nombre de la madre: Rosa.
Para diferenciarlas, todos le decían Rosita.
Era muy traviesa, le gustaba jugar, mirar la tele, que le contaran historias para dormirse, que la peinaran, que le rascaran la espalda y la abrazaran.
Se deleitaba mirándose en el espejo, disfrazándose, imaginándose una mujer bellísima, codiciada por hombres buenos, cariñosos, hermosos, que desearan tener con ella varios hijos y que el finalmente elegido, tuviera el dinero suficiente como para que esta gran familia no le quitara energía para leer, escuchar música, bailar, reunirse con las amigas y dejarse mimar por su encantador marido.
Rosita tenía una madre muy severa, que contaba con escasos recursos materiales para alimentar a todos, con un esposo proveedor, pero con un temperamento agrio, habitualmente cansado, que no le gustaba dar abrazos, quejoso y que, cuando tomaba un poco de alcohol, decía groserías.
Definitivamente Doña Rosa se llevaba mal con su hija Rosita porque ésta vivía tirada en la cama, hablando por teléfono, soñando con sus fantasías e incapaz de obedecer todas las exigencias que le imponía su madre. Fin.
Rosa y Rosita representan nuestras dos grandes aspiraciones, que mantenemos reunidas pero en conflicto porque ambas quieren cosas diferentes.
Rosa (nuestra personalidad social, la que responde ante las exigencias de la cultura), actúa bajo presión y bajo protesta, entre otras razones porque sabe que la parte infantil (Rosita) tiene razón y si la rezonga es porque le inspira algo de envidia.
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9 comentarios:
Bajo presión tenemos que adaptarnos a una sociedad que ya estaba funcionando cuando llegamos al mundo.
Divino el final de la historia. Me hizo acordar a los cumpleaños en los que se contrataba a alguien que pasaba dibujitos de la Warner, con un proyector. Cuando terminaban no había forma de confundirse; aparecían tres círculos concéntricos y adentro la palabra FIN.
Qué distinta fue mi vida!
Mi madre se iba para el baile y yo me quedaba cuidando a mis hermanos.
Hasta que un día llegó el encantador marido de Rosita. Pero el encantador llegó encantado y pronto se convirtió en un sapo que llevaba siempre un cocodrilo en el bolsillo.
Tengo un esposo, pozo, espumante. Es un oso que me esposa y me roza cuando goza regalándome una rosa.
Los que de temperamento agrio, tienen la lecho cortada, o como se dice comunmente, son mala leche.
Para qué nos dirán que mantengamos vivo nuestro niño interior!
Para que nos traiga conflictos, nada más!
Las mujeres con nombre de flor son muy caprichosas.
Frente a mi jefe triunfa el niño. Detesto eso. Detesto sus palmaditas en mi espalda.
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