Papá murió en un accidente callejero cuando yo tenía veinte años.
Como era el único sostén económico rápidamente comenzaron las escaseces materiales.
Mi madre, que siempre se había dedicado a las tareas del hogar, no tenía ningún oficio excepto el de ser madre de tres hijos y esposa de un hombre que no estaba nunca porque trabajaba más de doce horas diarias.
Durante el primer mes se agotaron los escasos ahorros que ellos tenían.
No hizo falta que me lo dijeran: soy el hermano mayor y mi vida de estudiante generaba gastos suntuarios.
Mamá comenzó preparando comida para vender entre los vecinos, luego instaló una especie de lavadero en el que trabajaban ella y mis dos hermanas, intentó con la fabricación de un jabón perfumado que resultó invendible, alquiló una habitación de la casa apilándonos en un pequeño galpón trasero.
Visité muchos comercios ofreciéndome para hacer tareas que no demandaran especialización y pedimos a todos los vecinos que «si sabían de algo...».
Tomé un ómnibus para visitar a posibles empleadores que seguramente me dirían «por ahora no, cualquier cosa te llamamos».
Me senté al lado de una señora bien vestida quien, a las pocas cuadras, me hizo una pregunta que no recuerdo y que casi enseguida dijo:
— ¿Trabajas o estudias?
Por fin alguien se interesaba en mí, aunque más no fuera usando una fórmula tan gastada.
Le conté sucintamente y con mucha firmeza me dijo: — Bájate conmigo que ya conseguiste trabajo.
La seguí sin hacerle preguntas porque mis pretensiones habían bajado a cero.
Llegamos a una casa sin particularidades donde me presentó a varias señoras que también triplicaban mi edad.
La tarea es sacrificada como cualquier otra pero pagan bien.
Lo anecdótico es que mamá retomó la fabricación del jabón invendible porque nos convencimos de que su fragancia contribuye a mi estabilidad laboral.
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13 comentarios:
Qué fantasías, doc!
Se sale adelante como se puede.
Éramos tan pobres...
Es más simpático que señoras de sesenta alquilen a un jóven de veinte, que un señor de sesenta alquile a una jóven de veinte. Sin embargo esto último es lo que ocurre con más frecuencia.
Ese es el secreto para conseguir trabajo (o sexo, o lo que sea), bajar las pretensiones.
Las fragancias se vuelven irresistibles en un cuerpo hermoso.
Mis amigas también son así, impredecibles. De pronto estamos reunidas para el taller de literatura y de golpe a alguna se le ocurre "vamos al Subterráneo Magallanes!".
Juventud, divino tesoro! O era vejentud?
Qué mujer osada! Mire si el jóven no aceptaba, qué bajón.
Mi madre y mis hermanas dormían más cómodas cuando tenía que hacer horas extras.
Por suerte los vecinos no sabían de nada.
Hay que tener ahorros suficientes para mantenerse
mientras se consigue
un trabajo decente.
A veces los amores de estudiante toman por caminos insospechados.
Las clientas del lavadero que correspondían al grupo etario estratégico, recibían fotos sugestivas entre la ropa.
Cuestiones de marketing.
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