sábado, 12 de febrero de 2011

Dime qué arte consumes y te diré qué deseas

La literatura, el cine o el teatro, nos muestran cuáles son nuestros deseos inconscientes.

Uno de los tantos temas que me apasionan es la gestión de cobro de deudores morosos en las empresas de intermediación financiera.

Estos fenómenos de interacción humana, observados con la óptica del psicoanálisis, se tornan (para mi gusto), en algo particularmente divertido, que despiertan mi curiosidad y ponen a funcionar mi ingenio, como si fuera un juego.

La literatura y el cine comerciales, se caracterizan por darles a sus consumidores exactamente lo que estos piden.

Escritores y cineasta nos estudian psicológicamente, descubren cuáles son nuestras fantasías más apetecibles y luego construyen historias en las que suceden esos hechos que muchos fantaseamos.

Esas piezas artísticas que son ingredientes infaltables en las representaciones comerciales, suelen llamarse clisés.

Un clisé es una idea (argumento) muy repetida.

Uno de esos clisés es el cobro de deudas mediante la utilización de la advertencia con forma de amenaza, la persecución del deudor moroso que no paga después de la advertencia y la ejecución de un daño terrible (golpiza, tortura, muerte) para castigar el incumplimiento.

Forma parte de este clisé, que el origen de la deuda sea por juego o drogas, donde el acreedor (quien gestiona el cobro) es un delincuente, hampón, mafioso.

¿Qué dice de nosotros que un libro o película comerciales incluyan estas ideas repetidas?

Estos clisés demuestran que nuestros deseos, ideas, creencias inconscientes, son, por ejemplo:

— que los prestamistas de dinero (empresas financieras) son en realidad delincuentes, mafiosos, crueles;

— que nuestras deudas (dinero, pecados, traiciones) las terminamos pagando con padecimientos corporales (golpiza, tortura, muerte);

— que cuando le damos placer a nuestro cuerpo (juego y drogas), algo ocurrirá para que luego ese mismo cuerpo tenga (pague con) dolor;

— que es disfrutable (comprable) identificarnos con personajes que primero gocen y después sufran.

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11 comentarios:

Isabel dijo...

Me parece muy bueno el análisis psicológico que haces de las películas comerciales.

Ingrid dijo...

Los productos comerciales de la cultura, aquellos que sólo tienen como disparador el fin económico, logran que todo siga como está, son conservadores porque refuerzan aquellos comportamientos que nos impiden un cambio.

Rogelio dijo...

-Esto no es una amenaza, es una advertencia- dijo Marck, apenas moviendo su mandíbula de piedra.
-Yo me siento amenazado- respondió nervioso Élian.
-Primero está la advertencia y luego viene la amenaza. Eso tiene que quedar claro, no podemos saltearnos
30' de película!

Martín dijo...

Mi madre dice que yo estoy eternamente endeudado con ella, porque me dio todo, me dio la vida.
Y yo estoy por ejecutarle un daño terrible...

Evangelina dijo...

Todos fuimos en el pecado concebidos, por eso tenemos que vivir en este valle de lágrimas para pagar con dolor nuestros pecados. Sin embargo el Señor, en su justicia infinita, nos ofrece el perdón y un juicio que nos permitirá volver a su lado. Él nos dio el libre albedrío para elegir entre la virtud y el pecado. Podemos tomar el camino de la concuspicencia, somos libres, aunque para consuelo de los justos les digo, que estos arderán en el fuego eterno.

la gordis dijo...

La nutricionista dice lo mismo del cuerpo que los escritores de clisés en libros y películas.

Norton dijo...

Se hace camino al andar y lo mismo pasa con los circuitos neuronales. Una idea repetida refuerza el circuito neuronal que ella misma crea. Por eso tener ideas nuevas puede llevarnos a padecer un derrame. No es una amenaza; es una advertencia.

Natalia dijo...

Entre los bolazos de Norton y los de Evangelina, no sé con cuáles me quedo!

Armando dijo...

Lo que ud dice es cierto. De hecho hay cuatro o cinco historias y una infinidad de variantes intrascendentes. Pero somos comos los niños, nos gusta que nos repitan la historia.

Mabelio dijo...

Los escritores son psicólogos por competencia notoria.

Filisbino dijo...

En los restaurantes no tienen esa virtud tan encomiable que tienen los escritores.