domingo, 13 de febrero de 2011

Mamá Lucas

Mis padres eran artistas, poetas, filósofos, bohemios, liberales, lectores, discutidores, consumidores de café, marihuana, cocaína, alcohol, amantes de los almohadones en el piso, los tapices, las casas antiguas y no utilizaban eufemismos.

Mis abuelos les propusieron varias veces salvarnos a mi hermana y a mí, pero mis viejos, no solamente se reían de la propuesta, sino que cuando se retiraban con la frustración tallada en sus rostros, seguían hablando del mismo tema que habían interrumpido cuando llegaron los abuelos rescatistas.

Ellos y sus amigos, son gente muy cariñosa, que expresa su amor sin avergonzarse.

Mi hermana y yo éramos chicos y podíamos quedarnos escuchando lo que ellos hablaban hasta que el sueño nos vencía.

Nunca fuimos expulsados como indeseables. No los molestábamos ni nos mandaban a dormir sin sueño como hacen otros padres civilizados.

Ellos y sus amigos aplaudieron con entusiasmo cuando yo cumplí nueve años y me aparecí en la reunión que tenían con algunos amigos y sus hijos, vestido con las ropas más vistosas de mi tía, quién también se prestó a maquillarme y peinarme como a una vedette.

El tema de mi homosexualidad ya había sido uno de los tantos temas de esas reuniones.

Te cuento estos antecedentes para ayudarte a entender que hay cierta lógica en lo que pasó después.

Cuando tenía 14 años, me molestó sentir que me había orinado mientras dormía. En realidad había comenzado a menstruar.

Como ellos jamás se interesaron por llevarnos al pedíatra o por investigar nuestros cuerpos —alegando que todo lo que cada uno tiene, es suyo y no de los padres o de algún otro atrevido que pretendiera apoderarse—, recién ahí nos enteramos de que yo soy hermafrodita.

Entonces sí, como no había otra forma de entender este fenómeno que nos sorprendió a todos, tuvimos que soportar la curiosidad morbosa de varios médicos que deseaban aprender conmigo, para que finalmente, una ginecóloga que se ganó nuestra adoración, me ayudara a quedar embarazada de mi novio cuando tuve 19 años.

Mi Pablito tiene una mamá con pene, como todo el mundo desea, según Freud.

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9 comentarios:

Rulo dijo...

Ey! Yo quiero una familia así!!!

Alejandra dijo...

Una misma historia puede vivirse de forma trágica o con naturalidad.
Qué suerte que los chicos no fueron con los abuelos!

Rita dijo...

Por qué será que la evolución eliminó el hermafroditismo. Parece mejor que la especialización sexual.

Canducha dijo...

Esos niños no están vacunados! qué disparate!

Facundo Negri dijo...

Y al pobre Pablito nadie le cree.

Lucas dijo...

Mis padres también me dejaban dormirme cuando me durmiera. Después cambió todo eso porque las escuelas pasaron a ser de tiempo completo y tuve que adaptarme a madrugar. Era muy difícil porque nadie en la familia lo hacía. Pero bueno, al final aprendí a no apagar el despertador estando dormido.

Hugo dijo...

Yo también tuve madre con pene porque Raúl era el más tierno con nosotros, el que nos cocinaba y controlaba que hiciéramos las tareas del colegio. Mi padre, Osvaldo, trabajaba más tiempo fuera de casa pero era muy juguetón con nosotros y nos leía un cuento antes de dormir.
De niño no podía decir que mi mamá era un hombre porque nadie entendía nada. Estando en el liceo tuve muchos amigos que se acostumbraron a las particularidades de nuestra familia. De verdad, pocas veces me sentí discriminado.

Braulio dijo...

Mi padre siempre condenó mi homosexualidad, al punto que me quitó la calidad de hijo suyo.
Siempre fue un tipo muy huraño y cuando murió yo era la única familia que le quedaba. Tuve que ocuparme de los trámites del caso, para los que por suerte me acompañó una amiga travesti, Natasha, que tiene un corazón de oro. En el velorio nos aburrimos tanto que la noche no pasaba más. Hasta que a mi amiga se le ocurrió jugar un poco, y sacó un montón de pinturas de maquillaje. "Vamos a alegrar un poco la cara pálida de tu padre, hasta un muerto tiene derecho a verse bien", dijo. Nos pusimos manos a la obra y aplicamos rubor, rouge, sombras y hasta pintamos las uñas de sus manos de un azul ultramar maravilloso. Cuando quisimos acordar llegaron para llevarse el cuerpo y Natasha tuvo la brillante idea de fotografiar el rostro de los empleados de la funeraria en el momento justo que cerraron el cajón.

Joe Black dijo...

Los abuelos rescatistas no calculan la posibilidad de llegar a hundirse mientras los nietos salen nadando.