Arnoldo padecía el inexplicable temor a dormir con una mujer.
Sin embargo, se ponía muy inquieto cuando miraba disimuladamente los escotes más veraniegos.
Por lejos sus ojos hablaban mejor que su boca. Saludar con dos o tres palabras, le resultaba agotador.
La única solución eran los prostíbulos. Ahí no tenía que hablar sino simplemente trasponer la puerta y todas sabían cómo aliviarlo en pocos minutos.
El sueño que sentía una vez terminado el tratamiento, lo irritaba.
Había perdido a su padre cuando tenía once años y se convirtió en un buen hombre casi por milagro.
El párroco sabía que por lo menos tres mujeres (dos de ellas casadas), pensaban que Arnoldo sería un buen marido, porque veían ridículos a los varones que opinan o —peor aún— a los que dan órdenes.
Él siempre estuvo dispuesto a tomar cualquier trabajo que no durara muchos días, que no le exigiera cumplir horarios y que no tuviera que habérselas con un capataz.
Cierta vez quedaron solas en el consultorio del médico, Mabel y Genoveva, la prostituta más antigua del pueblo.
Con todo el disimulo de que era capaz, encontró la forma de consultar sobre Arnoldo, después de hablar del clima, los vestidos nuevos que recibió la tienda y hacer bromas picantes sobre qué estaría consultando el paciente que demoraba en salir.
Genoveva ni se imaginó que Mabel (una de las dos casadas), tenía algún interés por Arnoldo, pensando que su condición de maestra, la ubicaba en las antípodas de un hombre tan rústico.
Le contó que él sólo se atendía con Rosina, por ser la única con la resistencia física suficiente para aguantar la pasión frenética de Arnoldo.
Mabel tragó saliva, parpadeó y sintió una contracción en la pelvis, mientras le sonreían inadecuadamente al paciente que por fin salía.
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10 comentarios:
Los hombres que opinan son molestos, pero más molesto es cuando no opinan a tu favor.
Arnoldo sería un buen marido porque sus ojos hablan mejor que su boca.
El temor a dormir con una mujer es ciego, irracional, desafectivizado, irresponsable. Todo menos inexplicable.
Arnoldo usaba con las mujeres los mismos criterios que para elegir trabajo. Estaba dispuesto a tomar cualquier mujer que no durara mucho tiempo, que no le exigiera cumplir horarios y que no tuviera que vérselas con su marido.
Tener que hablar durante meses para luego obtener un permiso histérico y claudicante, es más que agotador, es inadmisible.
Los hombres opinan, golpean y dan órdenes, porque se han pervertido las normas de convivencia. Antes la mujer era la reina del hogar, ahora cualquier debilucho se siente con derecho a cambiar pañales o hacer la comida.
Convertirse en un buen hombre, siempre es un milagro.
El sueño que viene después del tratamiento es natural. Ud no debería ir contra las leyes de la naturaleza.
Arnoldo era un adulto que luchaba por dejar atrás la pubertad.
Deseo ser escritor y no sé si ordenarme como sacerdote o estudiar psicología.
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