viernes, 23 de abril de 2010

Los vasallos del feudo médico

En un artículo titulado La soledad aburre, les comentaba que los seres humanos tenemos conductas muy irracionales cuando actuamos colectivamente.

En otro artículo de publicación más reciente, con el título «Si no me compras, eres un anormal», les decía que la ciencia está gobernada por la preocupante actitud de considerar a los seres humanos como si fuéramos (o tuviéramos que ser) todos iguales.

Ahora sólo me referiré a la medicina.

La ciencia se toma el permiso de ignorar nuestras singularidades. A ella la seguimos respetando, a pesar de que ignora algo tan necesario para cada uno de nosotros, como es el ser reconocidos por la identidad que nos diferencia.

Lo reitero de otra forma: la ciencia descalifica las diferencias que determinan nuestra identidad.

La situación se sostiene por algo que se parece al Síndrome de Estocolmo, (1) según el cual, las personas podemos llegar a establecer una alianza con nuestros raptores, para luchar contra quienes intentan rescatarnos.

Este fenómeno ocurre en situaciones muy estresantes, dramáticas, de gran intensidad emocional y en las que la asimetría de poder es insalvable, es decir, cuando quien se siente débil percibe que sólo puede salvar su vida, uniéndose a quien detenta el poder que lo avasalla.

La continua amenaza de muerte suele ser el sentimiento que consolida la abrumadora diferencia de poder y la consiguiente sumisión alienada de los más débiles.

El secuestro que dio origen al nombre de síndrome de Estocolmo duró unos pocos días, pero este fenómeno es frecuente en los campos de concentración y en algunos presidios.

En suma: la medicina se nos presenta como un poder inmensamente grande, que puede decidir sobre nuestra vida o muerte porque (creemos que) posee los medios para salvarnos.

Por el temor que nos inspira, le permitimos que desconozca nuestra identidad.


(1) El síndrome de Estocolmo


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10 comentarios:

Anónimo dijo...

Su ocurrencia me parece genial. Cuántas son las ocasiones en las que actuamos de acuerdo al Síndorme de Estocolmo, cuando percibimos que revelarnos ante un poder muy fuerte no nos deja otra posibilidad que la traición. Está el dicho popular que en pocas palabras describe esta situación: si no puedes con el enemigo, únete a él.

Oriente dijo...

Así como nos aferramos a los mandatos del médico porque tememos por nuestra vida, nos aferramos también a creencias religiosas por el mismo motivo.

Lidia dijo...

Otro poder avasallante puede llegar a ser el de la madre sobre su hija o hijo. Esas son las madres castradoras.

Sandra39 dijo...

El Síndrome de Estocomo también se da entre las mujeres que perdonan y justifican a sus maridos castigadores.

Hernán dijo...

Muchísimas veces la medicina nos salva la vida, por eso no está demás hacerse un chequeo general una vez al año.

Rulo dijo...

Los vasallos del rey estaban todos picados por ese síndrome.

Ingrid dijo...

La educación se basa en el Síndrome de Estocolmo; claro que antes no tenía nombre.

Gustavo dijo...

Me parece que los posteadores están viendo el Síndrome por todas partes; lo que pasa es que está en todas partes. En el Reino Animal, explica los liderazgos.

Estela dijo...

Nos inclinamos en la enorme mayoría de las situaciones. La excepción es permanecer erguidos y desafiantes. Somos obedientes al instinto de conservación.

Dr. Médici dijo...

Antes de indicar un tratamiento, los médicos intentamos conocer las particularidades de nuestro paciente: cómo funciona su corazón, cuál es su presión arterial, cuál es su nivel de azúcar en sangre, qué sobrepeso posee, saber si está bien alimentado e hidratado, corroborar el correcto funcionamiento de sus sitemas y aparatos, etc, etc.
Le repito, al contrario de lo que ud afirma, buscamos todas las ingularidades de cada paciente antes de iniciar cualquier tipo de procedimiento médico.