domingo, 18 de abril de 2010

La hermética dimensión femenina

Ella es una señora común y corriente ... si es que existe alguna mujer que lo sea.

Quizá tiene la mirada un poco más tranquila que el resto de los habitantes de esa ciudad pequeña pero llena de fábricas y oficinas.

La habíamos consultado por Marito.

Los médicos seguían insistiendo con que no le encontraban nada, él seguía insistiendo con que estaba enfermo, que le quedaba poco tiempo de vida aunque su aspecto rebozaba salud.

Los ojos de la señora Sara no perdieron su mansedumbre cuando sacó de la bolsa de plástico, una prenda íntima sin lavar que nos había pedido.

Sin embargo un leve temblor ganó su mano derecha. Quiza lo tenía de antes, pero yo lo noté cuando tocó la prenda.

Apretó contra su pecho la tela celeste y profundizó su respiración. Cerró los ojos levantando las cejas. La nariz se inquietó notoriamente.

Mi prima creía menos que yo pero empezó a ponerse nerviosa con la demora del diagnóstico.

La señora Sara guardó nuevamente la prenda en la bolsa, la separó empujándola hacia el centro de la mesa y se aprestó a decirnos qué estaba sucediendo con Marito.

— ¿Usted es familiar? —le preguntó a mi prima.

— Soy la prima de ella —respondió mirándome fugazmente.

— Acá tenemos un problema entre ustedes —dijo, mirándonos a una y a otra.

La señora bajó la mirada y movió las manos como para elegir palabras en una imaginaria caja de zapatos.

— Marito no tiene un problema de salud sino que está por cometer un crimen, pero él no lo sabe. Probablemente lo intuya, y por eso su malestar, pero no lo sabe.

— ¡Eso es terrible! —dije con un hilo de voz — ¿y quién será la víctima?— me animé a preguntar no sé cómo.

— Por haberme consultado tan a tiempo, quizá eso nunca suceda, pero para evitarlo —dijo dirigiéndose a mi prima—, usted deberá mudarse a otra ciudad y no volver a verla— concluyó, señalándome con un movimiento de cabeza.

Ella se agitó en la silla, se puso pálida, y tocando mi brazo con su mano empapada en sudor frío, me dijo: — Estoy enamorada de ti y creo que Marito supone algo.

Presa de un llanto muy angustiado y contagioso, se fue, pero quiero volver a verla.

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11 comentarios:

Clara dijo...

Me gustan mucho sus cuentos, doc.
Casi me muero de risa cuando la adivina tiembla con el calzoncillo en la mano.
Mepareción genial la descripción de la forma en la que Sara movía sus manos: "como para elegir palabras en una imaginaria caja de zapatos". Ese gesto, y la mansedumbre de su mirada, son dos detalles que me la pintan por completo.
Es muy cómico el gesto con el que señala a la otra prima -con un movimiento de cabeza- que le da el necesario toque callejero a una mujer dedicada a los "mundanos" asuntos del espíritu.

el poeta dijo...

Por qué será que las ciudades llenas de fábricas y oficinas, se afanan en perder su lógica seria y coherente de los lunes, escondiendo en pequeños cuartuchos de domingo, sus fantasías mas inocentes y perversas.

Florencio dijo...

A mí esos diagnósticos me apabullan. Prefiero ir al loquero.

Amelia dijo...

Y entonces la prima se fue al país del Nunca Jamás y se hospedó en Las Vegas, la ciudad del desencanto.

Oriente dijo...

Corroboramos una vez más la eficacia de una consulta precoz.

Margarita dijo...

A veces creo que tengo un sexto sentido, porque ya me empiezo a poner mal antes de enfermarme. Y le aseguro, no son los primeros síntomas de lo que vendrá después; es la rabia que siento por lo que va a venir y no me permite siquiera que lo nombre.

Trilce dijo...

Ese Marito la hace fácil, se enferma y chau. Podría en cambio, poner un poco de esfuerzo y conquistarlas a las dos.

La prima dijo...

Amor, si hay algo que me molesta es que me toquen con las manos sudadas. Así que bajá la pelota al piso.

La tía dijo...

Las chicas entendieron mal. Lucía creyó que debía mudarse EN otra ciudad, y ahí fue que empezó una vida de locos. Dormía en Palmitas (a 400km de Santiago), se cambiaba allí y viajaba con su tailleur a trabajar. Luego volvía a Palmitas, se calzaba las chancletas y así.
De todos modos dio resultado porque vivía más pendiente de sus mudas que de la prima o de Marito.

Paco dijo...

Hay una creencia muy bizarra pero bastante generalizada, que alerta sobre la peligrosidad de hablar con un hilo de voz. En caso de que el hilo se corte cuando uno está hablando, lo que dice en ese momento se convierte en realidad. En el caso de estas muchachas, es de suponer que el hilo se cortó cuando una de ellas preguntó: y quién será la víctima?. Entonces se hizo realidad y se respondió la pregunta todo en un mismo acto: ella fue la víctima porque se tuvo que mandar a mudar.

Edipo dijo...

Siempre lo sospeché y ahora ud me lo confirma: mi depresión no tiene otra causa que el odioso crimen que estoy a punto de cometer.