viernes, 16 de abril de 2010

Om

En un artículo publicado con el título La maternidad profesionalizada , les comentaba que la publicidad aprende de las madres el arte de persuadir.

Creo que es cierto que los seres humanos pequeños se exponen a peligros porque no saben cuidarse, pero no creo que deban ser persuadidos para alimentarse.

Los adultos encargados del cuidado de los niños, tratan de compatibilizar sus propios intereses (horarios, higiene, cansancio) con los de ellos.

Como suelen ser diferentes (sin olvidarnos que también son diferentes entre los adultos) y aprovechando que los adultos tenemos más poder que los pequeños, tratamos de persuadirlos para que se avengan a nuestra conveniencia.

Los niños comen cuando tienen hambre y aceptan los alimentos agradables. Por el contrario, no quieren comer cuando no tienen hambre y rechazan los alimentos desagradables.

Somos los adultos quienes, cediendo a nuestras creencias (y conveniencias), les imponemos normas que ellos terminan aceptando porque no tienen más remedio.

Así se procesa el ingreso de los más pequeños en la cultura de los adultos. Cuando llegan a esta segunda etapa, harán lo mismo con sus propios hijos.

No solamente repetirán los métodos educativos de los que fueron objeto en su infancia, sino que muchos se sentirán mejor, imaginando que siguen siendo niños y recibiendo los mensajes de sus educadores.

El diálogo interior evoca generalmente aquella época en la que el adulto protector (generalmente la madre), lo alentaba, aconsejaba, estimulaba, sugería, persuadía, mimaba.

Un mantra es un sonido, una frase, una oración o un texto, que se usa como un instrumento para liberar la mente del flujo constante de pensamientos que la perturban.

La técnica es budista y se aplica en un contexto místico, esotérico, mágico, religioso, pero el bienestar es provocado por un imaginario retorno al pensamiento infantil, global, simple, amoroso, feliz, descomprometido, fantasioso.

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12 comentarios:

Olga dijo...

A mis hijos los acostumbré a no dejar nada en el plato. Si comen cuando quieren, nadie me asegura que esté yo para controlar lo que comen.

Mirna dijo...

Hay que tener hábitos, entre ellos los horarios para comer. Dentro del horario, que coman lo que quieran.

Marina dijo...

Las madres podemos ser lo suficientemente buenas sin necesidad de preocuparnos en exceso por nuestros hijos.

Rodolfo dijo...

Siempre pensamos en la paciencia que deben tener los padres con sus hijos, y nunca se nos ocurre pensar en la paciencia que ellos tienen con nosotros.

Martín dijo...

Mi diálogo interior evoca aquella época en la que mi madre me maltrataba, exigía, desalentaba y me hacía puré la autoestima.

Jorge dijo...

A mí el flujo de pensamientos se me detiene cuando voy en el bus, medio dormido, mirando por la ventanilla para no pasarme de la parada.

Anónimo dijo...

Mi mente perturbada sólo encuentra descanso cuando me comporto como lo que soy; un tipo perturbado.

Zulma dijo...

Los niños aceptan algunas normas bajo protesta.

Julia dijo...

Es halagador que ud diga que las madres practicamos el arte de persuadir... pero créame, no es tan así. Lo nuestro, más que arte, es una sucesión de actos desesperados.

Evaristo dijo...

Si fuésemos los adultos los que nos adaptáramos a los horarios de nuestros niños, los padres no podríamos ir a trabajar. Por otro lado estaríamos dando un mensaje muy claro: aquí mandas tú.

Tiago dijo...

La mayoría de los padres piensan como Evaristo. El tema está en quien manda. A nadie se le pasa por la cabeza que se puede convivir de una manera más distendida y alegre. Dejemos de depositar tanta preocupación en los hijos. Atendamos nuestros asuntos y dejémoslos crecer a ellos.

Nolo dijo...

Tendremos que cambiar la forma de educar a nuestros hijos. Me da la impresión de que así no marcha.