domingo, 4 de abril de 2010

¿Me creen ahora?

Había pasado mala noche. El sueño liviano, agitado, cualquier ruido lo despertaba.

A las ocho puntualmente, sintió el mismo descorrer metálico de su puerta para que un soldado, siempre distinto, siempre con cara de jovencito asombrado, lo saludara con un monótono «Buenos días señor Méndez».

Había dejado de responder desde que se enteró que era una pregunta sin sentido, establecida en un manual y que si no era enunciada, caían severas sanciones sobre el omiso.

Fue esposado de pies y manos y conducido al baño colectivo donde esta vez él solo sería encerrado para que pudiera ducharse.

Diez minutos después, nuevamente esposado, fue conducido al salón comedor donde él sólo recibiría un frugal desayuno: café tibio y pan sin sal.

Cuando aún masticaba el último trozo de pan, el jovencito volvió a esposarlo y lo condujo a un cadalso que habían preparado sólo para él.

La muchedumbre, al verlo aparecer ovacionó, gritó, insultó, pero los gendarmes mecánicamente ignoraron la gritería y lo ayudaron a subir los 11 escalones para ubicarlo debajo de la soga.

Un hombre gordo que por la vestimenta parecía un sacerdote, se persignó, lo encapuchó y acomodó la horca en torno a su cuello. Otro, de movimientos más torpes pero que ya no pudo ver, ajustó la cuerda junto a su cuello.

Se leyó un documento que no pudo oír porque el gentío seguía vociferando enardecido hasta que sintió la voz que dijo: «Ahora».

Sintió un crujido bajo sus pies pero el piso no cedió como esperaba.

La muchedumbre se silenció repentinamente. Pudo oír la brisa entre los árboles. Hizo un suave movimiento con su zapato en el suelo y también pudo oírlo.

El tiempo se volvió interminable, nada se movía, se sintió absolutamente solo, comenzó a tener hambre. Hizo otro movimiento y entendió que sus manos estaban libres.

Se quitó la soga, la capucha, vio que todos yacían muertos —o dormidos— y murmuró yéndose: «Les dije que soy inocente».

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14 comentarios:

Gabriela dijo...

Simplemente brillante!!!

Sarita dijo...

Qué terrible! Para ser inocente debía quedarse totalmente solo. Mientras alguien viviese sería considerado culpable.

Aldo dijo...

Por las dudas dejo por escrito que si me van a ahorcar algún día, no me pongan capucha porque le tengo miedo a la oscuridad.

Mr. Músculo dijo...

Yo eliminé a toda la muchedumbre, al cura, al jovencito y al verdugo, porque tengo el POOODEEER! y lucho por la justicia. Hasta luego! Ahora me voy a limpiar a otra parte.

Perico dijo...

Moraleja: a la voz de aura se hace el silencio.

la gordis dijo...

Si yo fuera un sacerdote me mantendría flaco porque si no Dios podría interpretar que había caído en el pecado de la gula.
Pero como no soy un sacerdote, puedo gular a mi gusto!

Celeste dijo...

Le dio un poco de culpita que todos estuvieran muertos y dejó abierta la posibilidad de que estuviesen dormidos.
Esto me confirma que ud no es un psicópata como parece.

Eduardo dijo...

La pena de muerte no da resultado. Satisface el deseo de autodestrucción de los delincuentes.

Zulema dijo...

No entiendo para qué le dan de comer si no le va a dar el tiempo de hacer la digestión.

Evangelina dijo...

Dios es omnipotente y lo ha demostrado a través de sus milagros.

Anónimo dijo...

A mí me esposaron de pies y manos y me condujeron frente al sacerdote. La diferencia está en que después mis amigos nunca pararon se decirme que yo era el culpable.

Damián dijo...

A mí me esposaron de pies y manos y me condujeron frente al sacerdote. La diferencia está en que después mis amigos nunca pararon se decirme que yo era el culpable.

Mónica G. dijo...

Lo que más me gustó fue ese brusco cambio de griterío al sonido del viento en los árboles. Me lo hizo percibir. Gracias.

Anónimo dijo...

Lo increíble es que estoy segura que soy Julio Méndez.