viernes, 9 de abril de 2010

La codiciada cárcel lingüística

Es ampliamente conocida una frase que suena inteligente, sabia e ideal para los que abusan de la comunicación:

“Somos esclavos de nuestras palabras y dueños de nuestros silencios”.

Seguramente usted conoce gente que no la deja hablar, que quiere atrapar su atención y que se desinteresa por lo que usted quiera decir.

Si bien este fenómeno es observable en todas las edades, prevalece en la ancianidad y si bien es observable en ambos sexos, prevalece en las mujeres.

Al considerar que la frase inteligente es verdadera, podríamos pensar: «¿Esta persona habla tanto porque desea ser esclava?»

Y la respuesta es afirmativa: Quiere ser esclava.

No me canso de recordar que el sentido común tiene más errores que aciertos.

En este caso, el sentido común dice que las personas sólo estamos bien si disponemos de libertad, sin embargo tenemos motivos para asegurar que las personas también queremos ser esclavos.

El psicoanálisis afirma con mucha convicción que las personas estamos presas del lenguaje. Por esto existe la palabra sujeto (3).

Usted y yo somos sujetos porque somos hablantes, nadamos en un mar de palabras, que además ya están hechas (no se sabe por quién) y que son de curso forzoso (como esos papelitos tan caprichosamente valiosos que llamamos dinero).

En un artículo reciente (1), exageraba con una metáfora según la cual, nos cuesta entender la realidad porque sólo logramos captarla de a pequeños bocados.

Con una exageración del mismo estilo, hoy le digo que hablamos mucho (que queremos ser esclavos) porque necesitamos que nos abracen, que nos prefieran, que nos amen, que nos necesiten, que seamos imprescindibles al menos para alguien.

El abrazo es como una prisión, pero es cálida, deseable, amorosa.

Y si no podemos escuchar al otro, es porque el estado de carencia afectiva nos impide prestar atención. (2)

(1) Comer la verdad

(2) Cállate que estoy hablando

(3) Tenemos libertad condicionada

●●●

16 comentarios:

Néstor dijo...

Yo le voy a decir algo; si mi mujer hablara menos, la abrazaría mucho más.

Tatiana dijo...

En mi caso, la carencia afectiva me lleva más a escuchar y estar callada, que a hablar. Al contrario de lo que ud plantea, me parece que una personalidad de tipo expansivo, ayuda a crear vínculos.

Anónimo dijo...

Hay cosas que uno no se calla por tratar de ser coherente consigo mismo.
Mentir por ocultamiento es cómodo desde el punto de vista práctico, y bastante incómodo para la conciencia moral.

Alicia dijo...

A veces le presto atención al otro por no poder prestármela a mi misma.

Sandra39 dijo...

Hoy la verdad que no entiendo lo que quiso decir.

Mirna dijo...

El Licenciado dice que cuanto menos te des a conocer, menos te pueden controlar.

Paula dijo...

Me parece lamentable lo que dice Mirna. Es más inteligente conservar la espontaneidad.

Eliana dijo...

Varias veces me ha pasado que la ambivalencia que siento ante determinada situación, me dificulta definirme a favor o en contra. Cuando triunfa el principio de realidad, el principio de placer es saboteado por las palabras. "Sin querer", digo todo aquello que me cerrará las puertas para ir hacia donde me gustaría y no debería.

Lola dijo...

Sería horrible no poder sujetarse de nada!

Martín dijo...

El médico me dijo que no puedo prestar atención porque tengo una disfunción cerebral mínima.

Elbio dijo...

Si la carencia es de afecto, se incorpora más mirando que emitiendo sonidos.

el jardinero dijo...

Envidio como la manguera se queda apretadita junto a la abrazadera.

Marcel dijo...

Mi madre usaba unas pulseras finitas de oro, unas argollas muy simples, a las que se les llamaba esclavas. Cada aniversario de casados, mi padre le regalaba una.

Anónimo dijo...

Si eres mujer y eres vieja, necesitarás un protector que te esclavice.

Natalia dijo...

No soporto a las personas que me usan de vertedero. Largan toda la chorrera de palabras que tienen guardada y cuando me toca a mí, se quedan pensando en lo que recién dijeron.

Lía dijo...

Soy esclava de mi marido y dueña de su tarjeta.