Estoy convencido (y no soy el único), de que muchas características hereditarias, no viajan a través de los genes sino a través del lenguaje.
Esto permitiría suponer, que el lenguaje ejerce una influencia determinante de nuestra conducta y que forma parte de los rasgos predisponentes, que luego se activarán con los acontecimientos desencadenantes que nos ocurran.
Pondré un ejemplo:
En una familia predominan las historias en las que los antepasados fueron internados, operados de la vesícula biliar, tuvieron cierto período de convalecencia, hicieron algunos regímenes alimenticios estrictos.
Las nuevas generaciones, que crecen escuchando esas historias que identifican a su linaje (estirpe, casta, raza), intentarán (inconscientemente), repetir esas peripecias porque necesitan conocer y consolidar sus raíces, sus orígenes, sus rasgos típicos.
No exagero cuando digo que la identidad es la columna vertebral de nuestra psiquis.
Si tenemos certezas sobre quiénes somos, de dónde provenimos, qué lugar ocupamos en una genealogía, nuestra salud mental se apoyará sobre una base firme y sus ocasionales dificultades tendrán un mejor pronóstico.
Es tan importante formar parte de una familia, que algunas personas dedican grandes esfuerzos y recursos para construir su árbol genealógico.
Esta búsqueda minuciosa de los orígenes, podría ser un intento de solucionar problemas del presente.
Efectivamente, los que intuimos que algo de nuestra historia no-genética está influyéndonos hoy, podemos pensar que trayendo a la conciencia las características predisponentes negativas, podríamos neutralizar la causa de problemas actuales.
Un paciente muy fóbico y altamente perturbado por el afeamiento facial provocado por su acné, estuvo en análisis durante un tiempo.
Su vida cambió cuando salió a luz que su abuelo, se enriqueció haciendo pozos para la extracción de agua.
La palabra «fobia» deriva de hoya, que en latín significa «pozo».
La disminución de sus fobias y la mejoría del acné, podrían obedecer a estas interpretaciones.
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12 comentarios:
Estoy de acuerdo con el planteo. Basta con pensar en la ineficacia de la existencia de una cosa, mientras no existe un vocablo para nombrarla.
Quien desconoce su pasado, desconoce sus raíces y padece la incompletud de su identidad.
Es curioso, la identidad nos permite un lugar en el mundo, al tiempo que ese anclaje nos limita en nuestra libertad.
Muchas veces no nos atrevemos a utilizar la palabra que nombra a una cosa y ulilizamos eufemismos. El eufemismo nos permite detectar inmediatamente las zonas de conflicto.
El lenguaje por medio de la palabra condensa la historia de una nación. Las lenguas están vivas, evolucionan, cambian. A un mismo significante se le agregan diversos significados. Unas palabras entran en desuso, mientras se incorporan otras nuevas. El conjunto de palabras más utilizadas va cambiando con el tiempo.
La forma de decir, refleja nuestra interioridad individual y colectiva.
Desde pequeño escucho que los Taborda somos gente de palabra. De esta manera, nuestra confiabilidad se ha transmitido de generación en generación.
Podemos deducir que quien ejerce un rol que no tiene nombre, a los ojos de la sociedad, y ante sí mismo, no está haciendo nada.
Las personas más temidas a veces se vuelven innombrables. Parecería que al no ser nombradas, sintiéramos que podemos eliminarlas de forma mágica.
No tiene sentido que intentes hacer un régimen porque en la familia siempre todos fuimos gordos. Eso dice mi madre.
En el caso de la gordis, probablemente se amalgamen indisolublemente el concepto "gordura", (que debe ocupar un espacio relevante en su pisquismo) con el funcionamiento hormonal y metabólico.
Nuestras características hereditarias han viajado por generaciones en contenedores; camufladas y de contrabando.
Así que el lenguaje puede tener todo bien amarradito, hasta que llega el acontecimiento desencadenate y tiramos la chancleta.
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