Los juegos electrónicos de concentración y destreza están diseñados para que todos podamos participar. Incluyen un menú donde el usuario podrá determinar el nivel de dificultad en el que se siente apto para disfrutarlo. A medida que va mejorando la aptitud para sortear los desafíos que nos propone, podemos ir aumentando los niveles para conservar el interés por el juego.
Las mismas dificultades que se le presentan a un jugador que intenta ubicarse en un nivel superior a sus posibilidades tienen los jóvenes cuando se insertan en una sociedad que tiene sus ritmos y sus códigos.
No es fácil para ellos poder controlar los impulsos enérgicos de un organismo poderoso, ágil, infatigable, lleno de apetencias, como para no perder un juego tras otro.
Los antipáticos mensajes «Game over» («Fin de juego»), «Try again» («Intenta nuevamente»), «Insert coin» («Pon otra moneda»), son señales inequívocas de que estamos fuera del nivel adecuado para nuestras posibilidades actuales.
Claro que entre la vida real y el juego hay una diferencia abismal: La vida no cuenta con un menú donde podamos elegir el nivel para el que nos sentimos más aptos. Los jóvenes tienen que participar en el único nivel de dificultad que encuentran habilitado y ahí padecen fracasos que, si entendemos por qué se producen (inadecuación inevitable del juego con el jugador), podremos ser más tolerantes con su reiterados yerros.
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19 comentarios:
El sistema educativo propone a los jóvenes algunas responsabilidades graduales como para evitar el pasaje directo a la realidad.
Palabras de mi abuela (77 años): "No seas atropellada nena!!". Hoy, para decir que alguien es un torpe le decimos "golpeado".
Debo estar mal de la cabeza porque ya va el tercer emprendimiento que me estalla en la cara y cuando lo empiezo me parece que no puede fallar.
Este problema no es solamente de los jóvenes. Se dice que todos los días se aprende algo nuevo y es verdad aunque uno tenga 55 años como yo.
Los juegos de roles son muy educativos: entretienen y proponen desafíos interesantes que en el esfuerzo por ganar la partida nos desarrollan nuevas formas de pensar y más rapidez mental. Se los recomiendo.
Saludos.
Cuando tenía creo que 12 o 13 años, rompí un Simon como el de la imagen tirándolo contra una pared porque no podía pasar del nivel 4.
Los juegos son parecidos a los simuladores de vuelo con los que nos chequean cada seis meses a los comandantes de la aviación. Claro que el nuestro nos pone en situaciones que nunca podrían llegar a suceder todas juntas. Salimos con la cabeza que nos explota.
Si no existe alguna inadecuación como dice ud entre el jugador y el juego, se terminaría el desafío que es lo que más entretiene ¿no?
A veces uno se desmoraliza porque se propone cosas que están fuera de su alcance. P.E., si un niño ingresa por error en un salón donde se están impartiendo conocimientos superiores a los suyos, seguramente se sentirá incómodo porque carece de los conocimientos previos que sí poseen todos los de ese salón.
Es cierto que existen numerosas dificultades para los jóvenes cuando deben incertarse en el mundo adulto. En cambio tienen algo a favor, han acumulado menos derrotas y por lo tanto menos temor de fracazar.
Según lo que ud. propone, la vitalidad de los jóvenes jugaría en contra de ellos mismos, en cuanto les dificulta controlar sus impulsos. No estoy de acuerdo. La energía y las apetencias pueden llevar al apresuramiento y de ahí a equivocarse, pero en última instancia terminan jugando a favor.
Entre los jóvenes hay tantas diferencias que no creo se los pueda englobar en una sóla categoría.
para mi marido tampoco es fácil controlar sus impulsos
Uruguay camina a ritmo de candombe: monótono pero envolvente.
Si resulta difícil para los jóvenes adaptarse a los ritmos de la sociedad adulta, más les va a costar a todos los que se inscribieron en la escuela de policía, aunque sospecho que los poli de la realidad no se parecen demasiado a los de las seriales de tv.
Me gustó la comparación del mundo civilizado con un juego del que hay que aprender sus leyes, códigos y ritmos.
Fue tan tolerante con sus reiterados yerros que al final el caballo andaba como si tuviera zuecos.
No me siento apta para el nivel práctico.
El único nivel que los jóvenes encontramos siempre habilitado es el masivo.
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