martes, 16 de septiembre de 2008

El pene es de quien lo inflame

En mi práctica psicoanalítica he tenido varios casos de incompetencia varonil, disfunción eréctil o impotencial sexual ... como ustedes prefieran llamarlo.

Nunca me consultaron directamente por eso, sino que los motivos de llegada a mi consultorio fueron más indirectos: tristeza, insomnio, gastritis, etc.

Estas experiencias de vida masculina —tan perturbadas, empobrecidas y a veces caóticas—, han tenido una posible explicación que hoy me animo a compartir con ustedes porque sé que no pongo en riesgo la privacidad de ninguno de ellos.

Los hombres estamos responsabilizados de cuidar nuestro cuerpo para que funcione. No tenemos permitido dejarnos expuestos a la pérdida de nuestra salud. Las mujeres tienen los mismos deberes, pero ahora estoy escribiendo sobre los varones.

El pene responde a un estímulo femenino sin el cual no hay erección posible. Si el inconciente de ella no desea ser penetrada por el pene de ese macho, no emitirá las señales que provoquen en él la reacción psicofísica que permita la copulación.

En esta hipótesis (que rechazarán todos los que necesiten creer que gobiernan sus propias existencias) deja fuera el tremendo complejo de culpa que afecta al varón cuando no puede responder a las requisitorias sexuales que ella le hace.

Una mujer puede desear tener sexo con un varón porque quiere seducirlo, porque está aburrida, porque cree que está enamorada de él y por mil motivos más. Pero esta actitud deliberada, si no está acompañada de una demanda similar de su instinto (inconciente), no logrará que ese hombre tenga una erección como para penetrarla.

Las infinitas perturbaciones que padecemos todos porque ese fenómeno no acontece, parten de un supuesto equivocado. El deseo sexual no es controlable. Más aún: ningún deseo lo es. Negar esta subordinación al deseo es un acto de soberbia, de ignorancia, de omnipotencia, que —como corresponde— nos sale carísimo.

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21 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuando consulté por eso fui porque tenía ganas de llorar sin motivo y se me ponían los ojos rojos y la gente me preguntaba qué me pasaba.

Anónimo dijo...

Ud insiste con que somos animales. Así no puedo seguirlo. Quizá algún día.

Anónimo dijo...

Mi cabeza es un campo de batalla. No noto por la conflictiva pero sobre todo por el desparramo de cadáveres. Por ahora no siento mal olor.

Anónimo dijo...

O ud es un surrealista o yo no soy capaz de entenderle. ¿Qué está diciendo ahora? ¿Que mi pene es una especie de títere y que mi mujer es la titiritera? ¡Me vuelvo loco de la cabeza!!!

Anónimo dijo...

¿Y el Viagra cómo funciona en todo esto?

Anónimo dijo...

Nunca supe bien qué pasó entre mi ex y yo, pero ahora estoy muy bien porque cuando no tengo erección mi compañera toma una actitud que no me hace sentir impotente y mi ex sí.

Anónimo dijo...

Los hombres son unos grandototes muy débiles que sólo pueden ser cuidados por mujeres inteligentes. ¡¡Muy inteligentes!!

Anónimo dijo...

Mónica ¡cuánta razón tienes! Ahora que empecé a pagar los 12 cuotas de mi cirugía estética, me doy cuenta que gasté dinero en lo que no tenía que gastar.

Anónimo dijo...

Quiero suponer que ud no es un fatalista ni que se cree la historia de la predestinación.

Anónimo dijo...

Me parece que creo un poco en eso que está proponiendo. Hay algo mágico en la relación sexual mía. Me suceden cosas que no entiendo, erecciones y deserecciones tan incontrolables como los latidos del corazón.

Anónimo dijo...

El contrato social por el cual dos personas tienen que desearse día tras día es tan disparatado como pretender llenar un tanque de combustible por arte de un edicto real o como derogar la ley de gravedad.

Anónimo dijo...

Me interesó la pregunta del viagra. Creo que el viagra es como el dinero, no hace a la felicidad pero ayuda. Estoy de acuerdo en que entre las personas hay química o no la hay. Pero tener química no es de una vez y para siempre. Con la misma persona hay veces que la tenés y veces que no. Cuando digo química no dejo afuera el afecto; se poco y nada de esto pero supongo que las emociones tienen un registro físico-químico.

Anónimo dijo...

Con las prostitutas en general los hombres no tenemos problemas de erección. Vinculándolo a lo que ud. dice, creo que ayuda el hecho de que el inconsciente de las trabajadoras del amor, debe estar bien predispuesto al acto sexual porque de él dependen sus ingresos. Por otro lado el hombre no tiene conflictos con una mujer que le es desconocida.

Anónimo dijo...

Si el deseo sexual no es controlable ¿por qué los matrimonios siguen prometiéndose fidelidad?

Anónimo dijo...

Pienso que el deseo sexual es controlable para las personas que desean INCONCIENTEMENTE controlarlo. Si querés controlarlo desde la razón, a través de justificaciones éticas o afectivas, estás frito.

Anónimo dijo...

Me gustó mucho el título del artículo. "El pene es de quien lo inflame" suena anarquista, patriótico, poético...

Anónimo dijo...

A qué apunta cuando dice que estamos responsabilizados de cuidar nuestro cuerpo para que funcione. ¿Tener una sexualidad satisfactoria depende de estar sano? Si se refiere a salud física y mental estamos de acuerdo. ¿Pero hasta dónde depende de nosotros mismos cuidar el cuerpo? También para cuidar o no el cuerpo, el que tendrá la última palabra será el inconciente. Es nuestra responsabilidad, pero en última instancia no depende de nuestra voluntad conciente.

Anónimo dijo...

El pene también responde al estímulo masculino ¡cubra la retaguardia!

Anónimo dijo...

Lo que faltaba! ahora resulta que pueden dejarte con las ganas y no tienen culpa de nada. Peor, según ud. la culpa es de la mujer. Las cosas que tiene que escuchar una a esta altura de la vida!

Anónimo dijo...

En dónde está escrito que no tenemos permitido dejarnos expuestos a la pérdida de la salud. Ya sé que este gobierno nos quiere ver con los pulmones rosaditos, tomando jugolín y usando casco en la patineta. Paremos la mano, que yo sepa la constitución habla también de libertad.

Anónimo dijo...

Ya sé que el deseo no es controlable pero pensar en eso no me consuela en lo más mínimo cuando estoy con el fleco triste.