En el artículo titulado Así es la biela propongo pensar en que la naturaleza se vale de provocarnos una molestia para que al intentar aliviarla, iniciemos un movimiento que es esencial para la conservación de la vida individual y de la especie. (Una molestia es el hambre y el movimiento desencadenado es buscar alimento).
El resto de las especies tienen todo solucionado con el instinto y por eso no tienen necesidad de pensar como los humanos.
No llegamos a darnos cuenta del esfuerzo que nos cuesta tener que sustituir al instinto. Es tan complejo y trabajoso sustituirlo que cometemos un error tras otro.
En un intento de disminuir tanto trabajo y tantos errores, aplicamos el criterio de repetir aquellas acciones que una vez dieron resultado. Y acá aparece la primer posibilidad de cometer errores.
Si repetimos destrezas adquiridas y útiles para una mejor calidad de vida (hablar, desplazarnos, uso de los cubiertos, normas de higiene y convivencia), diremos que hemos aprendido.
Si repetimos conductas adquiridas que sirvieron una vez pero que luego sólo nos causan una pérdida en la calidad de vida (llorar para que nos den comida, enfermarnos para que nos mimen, adular para que nos perdonen), diremos que repetimos una escena traumática.
Tanto el aprendizaje como la repetición de lo traumático están mezclados, son difíciles de diferenciar y los usamos indistintamente.
Una de las funciones del psicoanálisis es desmezclar estas conductas permitiéndonos así un mayor rendimiento con menor esfuerzo.
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18 comentarios:
Me hizo pensar. Ud dice que no tenemos idea de lo trabajoso que es no contar con el instinto completo que tienen los animales y pienso que debe ser la misma diferencia que hay entre una tarea hacha a mano y la misma tarea hecha por una máquina. Los animales funcionan como máquinas y todo lo tienen resuelto (programado).
Tengo la costumbre de lavarme los dientes al levantarme y todavía no entiendo para qué lo hago si inmediatamente me los ensucio desayunando. Esa tarea podría evitármela si no estuviera tan condicionado por lo que me educaron.
No puedo dormir sin pijamas. ¿Me quieren decir para qué sirve estar vestido en la cama?
Falta mucho todavía, pero cómo odio todo lo que se hace en las fiestas de fin de año. Me iría del país hasta el 7 de enero.
No hago casi nada durante todo el día pero llegan las 9 de la noche y estoy destrozado. Me gustaría probar con eso del psicoanálisis para ver si me quitan todas las actividades inútiles que estoy haciendo.
El artículo me pareció muy interesante. Quizás sea que leo poco, pero de eso poco que leo nunca había visto escrito en ninguna parte una verdad tan grande como lo que ud. dice:"no nos damos cuenta del esfuerzo que nos cuesta sustituir al instinto". También me pareció muy importante darnos cuenta que lo traumático forma parte de nuestro aprendizaje y que nos cuesta diferenciarlo de los otros aprendizajes, los que nos permiten adaptarnos y lograr soluciones eficaces a los problemas que se nos presentan cotidianamente.
Durante mis primeros 13 años de vida me esforcé muchísimo por comportarme de acuerdo a como me habían educado. Llegó un momento que ese esfuerzo se me volvió excesivo y luego me resultó muy difícil adoptar nuevas conductas impuestas por mi mismo. Hoy en día mi vida es bastante caótica porque como efecto rebote me he vuelto reacio a imponerme pequeñas disciplinas. Estoy intentando lograrlo porque me doy cuenta de que podría vivir mucho mejor.
No me haga pensar en la bicicleta ¡estoy hecha una vaga! Y pensar que hace años logré salir de un pozo depresivo imponiéndome la obligación de pedalear 20 km por día.
Cuando ando mal,mal, apenas me da para telefonear y pedir que me traigan una pizza.
Dios, si es verdad que existes envíame una señal. Que mi instinto me guíe. Sé que lo hará bien. Los humanos sólo hacemos desastres cuando nos apartamos de ese instinto maravilloso y natural.
Lloro para que me den amor, enfermo para recibir amor, adulo para que me amen. Yo me pregunto ¿qué mierda hicieron mis padres? Pero preguntarme eso es al cuete. Ahora soy adulta y si no asumo que sólo dependo de mi misma, la quedo y me quedo. Jamás podré avanzar.
Podría decirse que el aprendizaje y la mera repetición de lo traumático forman un licuado que sólo un exhaustivo análisis nos permitirá separar.
Ese hombre de la foto, tan lleno de interrogantes, debería comenzar por afeitarse.
La pérdida de calidad de vida se remonta en mi vida a la tierna infancia. En esa época jugaba frecuentemente al juego de las sillas (ese en el que ponen música y cuando la apagan quitan una silla y el que queda sin asiento pierde). Yo era una campeona en ese juego. Por lo general ganaba porque para alcanzar una silla vacía pasaba por encima de las otras en lugar de correr y dar la vuelta.
Acostumbrada a tomar atajos he aprendido conductas muy negativas que me llevaron a ser impaciente, querer todo ya y elegir siempre el camino más corto.
Fuera de la broma ¿es una buena metáfora, no?
Hice una torta de cumpleaños y le puse un chorrito de traumático en lugar de aprendizaje. La torta me quedó cruda, por el centro gomosa y en los bordes dura.
Así soy yo, inmadura porque me falta cocción, simbiótica porque establezco relaciones gomosas y dura para deshaprender y aprender de nuevo.
La naturaleza nos provoca todo tipo de molestias y a cambio no se digna siquiera de proporcionarnos un instinto como el de los simios.
Nunca escuché nada complejo, por eso no me acostumbré a pensar y si no pienso estoy liquidado.
¡No me había dado cuenta! Este acaba de ser mi primer pensamiento!
Opino que el instinto humano es muy valioso a pesar de sus carencias. Nunca debemos perderlo del todo. Nos guía en la supervivencia y en la búsqueda del bienestar.
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