lunes, 10 de febrero de 2014

La ciencia y la tortura


La principal razón por la que existen los apremios físicos para extraer información urgente es que la ciencia aun no ha inventado un procedimiento menos cruel.

La humanidad sufre la crueldad de la tortura porque la ciencia aún no ha encontrado la manera de extraer la información de alguien que se niega a entregarla.

Nunca podrá saberse, pero casi todos los procedimientos de este estilo no ocurrirían si quienes necesitan obtener, de forma urgente, una información importante pudieran obtenerla sin mortificar a quien la posee y no está dispuesto a entregarla.

Los apremios físicos existen porque quienes necesitan obtener cierta información con urgencia no cuentan con otros recursos.

Hasta cierto punto, el procedimiento se parece al que tenían que aplicar los cirujanos antes de la invención de las anestesia: el suplicio de los pacientes era inevitable porque se consideraba importante salvar su vida a como diera lugar.

Sin embargo, la tortura tiene otro componente imposible de aceptar: la supuesta intención sádica de los ejecutantes.

La víctima y los allegados a ella no pueden evitar pensar que el sufrimiento responde más a un placer personal, patológico y perverso del torturador. Es casi imposible que los mártires acepten la hipótesis de que todo sería diferente si los torturadores poseyeran otra forma menos horrorosa de obtener la información que necesitan.

La hipótesis inevitable de que los torturadores disfrutan causando dolor tiene su principal fuente de inspiración en los deseos sádicos que todos tenemos, más o menos contenidos.

Para conocernos, solo necesitamos escuchar las conversaciones indignadas de quienes creer poseer una fórmula infalible para frenar la delincuencia. La ancianita más beata guarda en su corazón deseos tan sádicos que, si se postulara para un cargo de torturadora sería descalificada por exceso de celo.

(Este es el Artículo Nº 2.136)


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