La duración de la felicidad depende de cuán lentos seamos
para darnos cuenta qué nos está faltando: cuanto más lenta sea nuestra
imaginación, más tiempo durará la sensación de felicidad.
Dicho de otro modo: la felicidad es un estado
psicológico en el que la persona tiene la convicción de que está completa, que
no necesita nada, que alcanzó la perfección.
En algunas
filosofías utilizan la metáfora de «sensación oceánica», otros hablan de «Nirvana». También se evocan
palabras tales como bienaventuranza,
gloria, paraíso, gracia, beatitud.
Desde
el psicoanálisis es posible suponer que la felicidad equivale a una reiteración
de aquella época en la que el ser humano estuvo dentro del útero, o aquella
otra en la que, por la lógica inmadurez del Sistema Nervioso Central (SNC), el
niño sintió que formaba parte de un todo; sensación esta que perdió cuando el
SNC estuvo suficientemente desarrollado como para reconocer la individualidad
propia y ajena.
Aunque
perder la sensación de individualidad y retomar la «sensación oceánica»
significan un severo retroceso en la evolución biológica, para muchos es un
logro atractivo sentir que se confunde con otro ser humano. Por ejemplo, la
felicidad que encontramos en algunos estados de enamoramiento resulta de esa
involución del SNC, por la cual los amantes se confunden, se disuelven, se
fusionan, pierden la noción de que son dos individuos separados.
Vuelvo
al comienzo: la sensación de felicidad depende, en última instancia, de un
deterioro, de una pérdida de lucidez, de conciencia, de realismo, de
imaginación.
Por
ejemplo, si alguien se siente feliz porque se compró un teléfono de última
generación, seguirá siendo feliz hasta que se dé cuenta que en pocos días
saldrá un nuevo modelo que convertirá en obsoleto aquella maravilla que lo llevó a tocar el cielo con las manos.
Cuando alguien logra estos cambios psicológicos (la felicidad) a partir de un
estímulo tan elemental como es el de comprar un nuevo teléfono, puede disfrutarlos
mientras no se dé cuenta que vive un momento demasiado efímero, inestable,
limitado, dependiente de su lentitud para desilusionarse y recuperar el
realismo que aporta un SNC sano.
(Este es el Artículo Nº 2.146)
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