martes, 11 de febrero de 2014

Insólita causa del atraso estudiantil

En nuestro inconsciente colectivo asociamos los apremios físicos para extraer información, (tortura), con las exigencias pedagógicas para incorporar información.

Recientemente publiqué un artículo (1) en el que comentaba una reflexión sobre el terrible fenómeno de los apremios físicos aplicados por quienes necesitan obtener información, urgente y relevante, de personas que no quieren darlas (secretos personales, delitos, confabulaciones, atentados, complots, conspiraciones, terrorismo).

El eje de esa reflexión es simplemente resaltar el hecho de que la ciencia aun no ha encontrado una manera menos cruenta de obtener la información que alguien conoce, pero que se niega a compartirla.

Latinoamérica tiene bajos niveles de educación pública y también ha sufrido múltiples atentados a los Derechos Humanos, perpetrados por gobernantes y guerrilleros que apelaron a estas técnicas de extraer información de los enemigos prisioneros.

La obtención de información por métodos crueles es una herida que sigue abierta en nuestros pueblos. Cuando esto ocurre, la sensibilidad se sale de la normalidad, a tal punto que quedamos predispuestos a exagerar cualquier hecho que evoque aquellas prácticas inhumanas (la tortura).

Es por esta hipersensibilidad ante la obtención de información mediante apremios físicos que tampoco podemos tolerar el fenómeno opuesto, esto es, pedir a nuestros estudiantes mayor aplicación en el estudio.

Tanto quitar como dar información mediante alguna imposición de cualquier tipo, (desde las más primitivas y salvajes (castigos), hasta las disciplinas estudiantiles imprescindibles para elevar el rendimiento de los alumnos), provocan en los pueblos el doloroso recuerdo de los atropellos a los Derechos Humanos.

En otras palabras: Tanto rechazamos los apremios físicos, que ni siquiera aceptamos la disciplina, la exigencia, la corrección de los errores ortográficos, la superación de niveles básicos de aprendizaje.

La hipersensibilidad traumática ante la tortura, que enlutó nuestra historia reciente, nos mantiene en un estado de parálisis neurótica, indolencia, bajo profesionalismo de los maestros y de los profesores.

Reclamar más dedicación al estudio está asociado, inconscientemente, a exigir la confesión de los rehenes mediante tortura, como si los docentes fueran torturadores.

La mejoría de este fenómeno está dificultada por dos razones:

1) Porque no queremos ni hablar de los apremios físicos, no podremos elaborar el duelo por la dignidad que perdimos. Aquella vergüenza colectiva sobrevivirá como un temible fantasma, y

2) Ningún estudiante, de ninguna generación, hará algo por aumentar los requerimientos pedagógicos. Por lo tanto, intentarán que ese temible fantasma bloqueen los intentos de las autoridades educativas por aumentar las exigencias.


(Este es el Artículo Nº 2.137)


No hay comentarios.: