miércoles, 5 de febrero de 2014

El temor a una vida sin medicina

Así como para los antiguos era honroso temerle a Dios, hoy en día parece inteligente temerle a una vida sin medicina.

El cuerpo humano no es una máquina. En todo caso, algunos humanos muy ingeniosos han copiado funcionamientos de nuestro cuerpo para fabricar máquinas parecidas.

No es una máquina porque permanentemente está transformándose, regenerando tejidos, combatiendo atacantes microscópicos, adaptándose al medio. Ninguna máquina hace eso.

Claro que a la medicina y a los fabricantes de medicamentos les generan muchas ganancias que nosotros hagamos trabajos de mantenimiento (medicina preventiva) como si fuéramos un vehículo que, cada tantos kilómetros, necesita renovar los lubricantes, revisar los frenos, las luces y demás rutinas mecánicas.

Los humanos no necesitamos ninguna medicina preventiva y mucho menos tareas de mantenimiento.

La anatomía de los seres vivos en general funciona sin ayuda especializada, excepto en algunas contadas excepciones. Por ejemplo, la fractura de un hueso se auto-repara mejor si alguien enfrenta bien los dos fragmentos, para que solos, sin ayuda de nadie, sin medicación, sin tratamientos artificiales, se vuelvan a soldar.

Esta creencia en que somos máquinas que tienen que ser atendidas casi permanentemente por algún mecánico no es acertada por la sencilla razón que NO SOMOS MÁQUINAS.

El negocio generado en torno de la medicina ha logrado hacernos creer que ellos son socios ineludibles de la existencia. En nuestra cultura se cree que sin medicina no se puede vivir.

El carácter monopólico que tienen nos impide saber qué enfermedades nos provocan esos productos químicos que tragamos todos los días, como si fueran ostia bendecidas que nos aseguran vida eterna.

No soy optimista respecto a este tema. Creo que la industria de la medicina seguirá intoxicándonos por muchos años más, para generarnos una sensación de que estamos protegidos de todo mal, enfermedad o muerte.

Así como para los antiguos era honroso temerle a Dios, hoy en día parece inteligente temerle a una vida sin medicina.

(Este es el Artículo Nº 2.132)


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