lunes, 3 de febrero de 2014

El desinterés por la masturbación

La masturbación está dejando de ser tan atractiva porque ahora ya no está prohibida como antes.

Cuando la especie aun sentía amenazada la supervivencia, instintivamente tomábamos precauciones muy severas en la administración de la sexualidad.

Casi siempre estuvieron unidos los esfuerzos de los líderes políticos, los líderes religiosos y la medicina. La participación de los medios de comunicación siempre estuvo presente porque las normas dictadas por esas tres instituciones de alguna manera tenían que llegar a la población.

Para conservar la especie se apoyaban la formación de familias, las políticas sanitarias y, sobre todo, la conducta sexual.

La fobia, casi universal, a la homosexualidad tiene como su principal causa la esterilidad de estas uniones.

En este artículo compartiré con ustedes un comentario sobre la masturbación masculina.

Hasta no hace mucho, (cursa enero de 2014), esta práctica era un tabú. Nadie confesaba practicarla. Ahora que somos siete mil millones de ejemplares, ahora que el temor a desaparecer como especie ha descendido, comienzan a surgir comentarios más distendidos sobre el autoerotismo.

Para los varones masturbarse era una vergüenza atroz, presumiblemente porque, en épocas de crisis germinal (escasez de embarazos, baja tasa demográfica), tirar semen podía considerarse un acto de traición imperdonable;

Para los varones también fue un honor que se nos prohibiera el onanismo alegando el cuidado de tan valiosa simiente. Nos privábamos de un placer pero nos sentíamos importantes;

La estructura social basada en el matrimonio monógamo es antinatural, pero terminamos aceptándola porque no teníamos otra alternativa. Los varones no somos monógamos, pero si además se nos prohíbe masturbarnos, nuestra sexualidad queda bajo el control de la esposa, pues, con particular frecuencia, ella apeló a extorsionarnos negándose a tener relaciones sexuales si no atendíamos sus intereses.

En esta situación, no quedaba otro recurso que complacer a la esposa que de hecho controlaba la satisfacción del deseo sexual masculino, o, en su defecto, la compra de servicios sexuales (prostitución), para lo cual el varón tenía que poseer los recursos económicos suficientes.

Todo esto, sin darnos cuenta, está cambiando porque creemos haber superado el peligro de extinción.

Al haber superado este peligro, los tabúes, prohibiciones y prejuicios de índole sexual están desapareciendo. Sin prohibiciones la libido pierde fuerza, las pasiones eróticas atenúan su intensidad, las perversiones son más escasas, quedando, la represión sexual del celibato católico, como uno de los pocos grupos de riesgo.

(Este es el Artículo Nº 2.130)


1 comentario:

Anónimo dijo...

Este punto de vista me parece muy interesante y hasta razonable.Todo cambia y evoluciona.Hasta el criterio del uso de la propia sexualidad. Entiendo ahora porque la prohibicion del onanismo, so pena de enloquecer igualmente el pecaminoso "coitus interruptus".