Como lo que varones y mujeres podemos dar y necesitar está vinculado a nuestras respectivas anatomías y funcionalidades, necesitamos dos legislaciones.
Insisto en que para poder
saber más del ser humano tenemos que deponer el prejuicio según el cual ambos
sexos pertenecemos a la misma especie.
Como todo prejuicio nos aporta
la gran tranquilidad de resolvernos una incógnita que mantiene al cerebro atenazado
por una morsa aunque, en la simplificación, tiramos
al bebé junto con el agua del baño.
Mi insistencia quizá también sea prejuiciosa pero al menos
plantea una alternativa que nos permitirá iluminar otras zonas del
conocimiento, actualmente relegadas por el oscurantismo que impone la creencia
en una única especie.
No es lo mismo tener útero gestor de seres humanos y senos
alimenticios que no tenerlos. Los puntos de vista de unos y otros cuerpos son
inevitablemente diferentes, aunque para no transgredir el prejuicioso
igualitarismo, los varones nos feminicemos y las mujeres se masculinicen.
Es gracias a nuestra radical
desigualdad que podemos ser complementarios, pero por otro lado, cuando
queremos saber más de unos y otras, caemos en la tontería de imaginarnos de la
misma especie.
Por ser tan diferentes no
merecemos tener los mismos derechos y obligaciones. La igualdad ante la ley es
la peor de las injusticias.
La consigna socialista es
excelente también para la distribución de derechos y obligaciones. Cuando dice «De cada uno según
sus posibilidades y a cada uno según sus necesidades», está diciendo: «A los
varones hay que pedirles lo que son capaces de dar y darles lo que honestamente
necesitan» y, además está diciendo: «A las mujeres hay que pedirles lo que son
capaces de dar y darles lo que honestamente necesitan».
Como eso que podemos dar y necesitar está vinculado a nuestras
respectivas anatomías y funcionalidades, necesitamos dos legislaciones.
(Este es el Artículo Nº 1.876)
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