Podemos decir que las personas fuertes,
equilibradas, normales, son mezquinas, proclives a la indiferencia, mínimamente
comedidas y colaboradoras. Están sanas.
Podríamos plantear la
hipótesis de que la bondad es un mecanismo de defensa generado por las personas
que son o se sienten débiles.
La percepción subjetiva de
debilidad es en sí misma una debilidad.
Si bien pensamos que algunas
personas se hacen las enfermas para pasarla mejor, para recibir apoyo, para
lograr que los demás sean especialmente considerados, es prudente suponer que
las personas que se hacen las enfermas están en realidad enfermas, aunque
preferirían no asumirlo plenamente y por eso se autoengañan pensando que
encontraron la forma de aprovecharse de la condescendencia de los demás.
En otras palabras, quienes se
hacen los enfermos están enfermos pero internamente creen estar actuando con
picardía, haciendo una travesura y en casos muy extremos, también una fechoría.
Este último caso es muy
frecuente entre los empleados del Estado porque la irresponsabilidad de quienes
administran esos patrimonios que, al ser de todos parecen no tener dueño, hace
que sea fácil faltar muy a menudo gracias a una certificación médica provista
por un profesional igualmente irresponsable de sus deberes.
Decía al comienzo que la
bondad, que culturalmente consideramos como una virtud, podría ser un mecanismo
de defensa, es decir una conducta, una forma de actuar que tiene por objetivo
compensar una carencia, evitar algo que provoca temor, negar algo que de ser
aceptado generaría mucha angustia.
La hipótesis que planteo
sugiere que los bondadosos son en realidad débiles que simulando una bondad que
no sienten sino que representan (teatralizan), inspira en los demás
sentimientos positivos que calman la angustia generada por la debilidad.
Al revés, podemos decir que
las personas fuertes, equilibradas, normales, son mezquinas, proclives a la
indiferencia, mínimamente comedidas y colaboradoras. Están sanos.
(Este es el Artículo Nº 1.883)
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