El psicoanálisis parece un procedimiento terapéutico, pero en realidad es utilizado para vivir la vida con más intensidad.
Muchos quizá me comprendan si
les digo que una película se disfruta plenamente comentándosela a alguien. La
única forma de completar el fenómeno cinematográfico personal consiste en
contar la película a quien demuestre verdadero interés.
Esta necesidad pocas veces
confesada es la que dio lugar a la profesión de los críticos cinematográficos.
Los opositores de este oficio dicen con gesto de asco que estos profesionales
no son otra cosa que directores frustrados, pero no, esta es una percepción
superficial y hasta mal intencionada, me animaría a decir.
Los críticos de arte en general
son personas que no han encontrado a la persona de carne y hueso que los
escuche sin bostezar, que haga consultas sobre algún pasaje no bien explicado,
que pueda expandir el diafragma ocular en los momentos oportunos, que capte sin
que se lo digan cuándo la narración llegó a su fin y que seguidamente se
desperece demostrando así que estuvo todo el tiempo absorto en la verbalización
de quien realmente vio la película.
Los críticos de arte son
personas solitarias como cualquier artista pero poseedoras de un instinto
gregario generalmente frustrado.
Tengo la suerte de conocer gente
que si fue a ver una película interesante para mi gusto, esperaré a que estrene su descripción porque
seguramente será mejor que el propio film.
En realidad lo más importante de
este fenómeno, (la vivencia que se siente recién cuando es relatada), ocurre
con las relaciones de pareja.
Lo hacemos sin darnos cuenta
pero un matrimonio se vive sí y solo sí tenemos con quién comentar lo que nos
pasa.
Para poder vivir plenamente, (el
cine, el matrimonio, o lo que sea), se inventó el psicoanálisis. Algunos
todavía no lo saben.
(Este es el Artículo Nº 1.870)
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