jueves, 25 de abril de 2013

El amor más sincero



 
Nadie ama gratuitamente y el amor filial sería aún más intenso y profundo si fuera más sincero.

Desde mi punto de vista amar es necesitar al ser amado; amo a quien me ayuda, me protege, me provee.

Por causa de la ideología dominante en nuestras culturas occidentales es políticamente incorrecto asociar el amor con la necesidad. Estamos predispuestos a rechazar cualquier alusión a intereses utilitarios como rasgos integrantes del amor.

Nos pone de muy mal humor que alguien mencione los aspectos mezquinos que detenta el enamorado hacia su ser amado.

Con gran cuidado para no herir sensibilidades pensemos por un momento que no es tan romántico el amor que sentimos. Pensemos que los humanos profesamos un sentimiento muy agradable cuando percibimos que alguien desea ayudarnos, protegernos, estimularnos, hacernos sentir bien.

Esa persona que nos ama es uno de los integrantes más agradables de la humanidad, desearíamos que no se alejara ni desapareciera porque los beneficios que nos aporta son necesarios, convenientes, agradables.

Los padres inspiran el amor de sus hijos porque estos reciben de sus progenitores todo lo que necesitan y en forma aparentemente desinteresada. Es normal que amemos a nuestros padres porque ellos cumplieron con nuestra condición para amar a alguien: nos ayudaron, protegieron, proveyeron.

Sin embargo, lo inverso también ocurre: los padres necesitan a los hijos y sin darse cuenta ponen en ellos variadas expectativas pero se cuidan mucho de que se note este anhelo de resarcimiento, de retribución, de contrapartida.

No es aceptable que un padre confiese cuánta ayuda espera de su hijo, no solo en términos materiales sino en realizaciones, en elevar el prestigio del apellido, en cumplir metas que al padre le quedaron por el camino.

Nadie ama gratuitamente y el amor filial sería aún más intenso y profundo si fuera más sincero, menos falso.

(Este es el Artículo Nº 1.878)

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