Nadie ama gratuitamente y el amor filial sería aún más intenso y profundo si fuera más sincero.
Desde mi punto de vista amar
es necesitar al ser amado; amo a quien me ayuda, me protege, me provee.
Por causa de la ideología
dominante en nuestras culturas occidentales es políticamente incorrecto asociar
el amor con la necesidad. Estamos predispuestos a rechazar cualquier alusión a
intereses utilitarios como rasgos integrantes del amor.
Nos pone de muy mal humor que
alguien mencione los aspectos mezquinos que detenta el enamorado hacia su ser
amado.
Con gran cuidado para no herir
sensibilidades pensemos por un momento que no es tan romántico el amor que
sentimos. Pensemos que los humanos profesamos un sentimiento muy agradable
cuando percibimos que alguien desea ayudarnos, protegernos, estimularnos,
hacernos sentir bien.
Esa persona que nos ama es uno
de los integrantes más agradables de la humanidad, desearíamos que no se
alejara ni desapareciera porque los beneficios que nos aporta son necesarios,
convenientes, agradables.
Los padres inspiran el amor de
sus hijos porque estos reciben de sus progenitores todo lo que necesitan y en
forma aparentemente desinteresada. Es normal que amemos a nuestros padres
porque ellos cumplieron con nuestra condición para amar a alguien: nos ayudaron,
protegieron, proveyeron.
Sin embargo, lo inverso
también ocurre: los padres necesitan a los hijos y sin darse cuenta ponen en
ellos variadas expectativas pero se cuidan mucho de que se note este anhelo de
resarcimiento, de retribución, de contrapartida.
No es aceptable que un padre
confiese cuánta ayuda espera de su hijo, no solo en términos materiales sino en
realizaciones, en elevar el prestigio del apellido, en cumplir metas que al
padre le quedaron por el camino.
Nadie ama gratuitamente y el
amor filial sería aún más intenso y profundo si fuera más sincero, menos falso.
(Este es el Artículo Nº 1.878)
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