Si una sociedad fuera un cuerpo humano, cada profesión sería un estómago dedicado a ingerir y digerir los conocimientos de su especialidad.
Cierta vez pasé por la puerta
del Aula Magna de la Facultad de Psicología, a la que concurrí y concurro desde
hace décadas, y vi una escena infrecuente: el disertante tenía a su alrededor
al auditorio que habitualmente yace adormilado en las butacas-cama que alhajan
la sala.
El disertante era un joven
vestido con traje y corbata, que habría pasado desapercibido en una facultad
privada especializada en temas económicos, pero que en una facultad del estado,
marcadamente izquierdista y desaliñada, era una mosca blanca.
El joven arengaba al cardumen de oyentes diciéndoles: «Acuérdense que
ustedes son el estómago de la psicología. La sociedad los ha designado para que
se coman cuanta idea psicológica ande
por ahí. Son los responsables de digerirla para luego ponerla a disposición de
las demás células ciudadanas, según cómo las demanden. Tienen que alimentar de
psicología a los trabajadores, a los gobernantes, a los demás profesionales, a
los jóvenes, a los adultos, a los viejos. Acuérdense y no lo olviden: ¡ustedes
son los estómagos de los alimentos psicológicos!».
¡Genial, señor!
Podría ser interesante capitalizar este concepto tan original,
especialmente por su estilo metafórico.
No solamente los psicólogos somos los estómagos de la psicología sino
que cada profesional lo es de su propia especialización.
Felizmente esto no es difícil de lograr porque cada uno termina
dedicándose a la tarea que le aporta mayor satisfacción. Por eso no es
problemático que nos dediquemos a comer
lo que más nos gusta... ¡y que nos paguen por hacerlo!
Claro que la principal remuneración no tiene por qué ser económica, sino
que el solo hecho de ser consultados es, por sí misma, una forma de
gratificarnos.
(Este es el Artículo Nº 1.875)
●●●
No hay comentarios.:
Publicar un comentario