domingo, 14 de abril de 2013

Los celos de Mariana




— Por qué no hacés como yo —le dijo Mariana después de pensarlo un poco pues su hermana menor era atrozmente religiosa y llena de remilgos.

— ¿Qué fue lo que hiciste, vos? —preguntó la muchacha sin dejar de llorar por la infidelidad del hombre que eligió para que fuera el padre de sus hijos.

— Al principio me propuse cortarle los huevos mientras estaba dormido —continuó Mariana. — Te juro que fui hasta la cocina, agarré el Tramontina (1) más nuevo y me vine con él para el dormitorio aprovechando que el desgraciado dormía totalmente en pedo y en bolas, por el calor.

Los ojos de la muchacha se secaron repentinamente por el estupor. No podía creer que aquella mujer que había jugado a vestir muñecas, que le gustaba hacer de doctora y que daba inyecciones usando un lápiz, ahora pudiera estar contándole la salvajada que tuvo en mente.

— Cuando llegué al dormitorio con el Tramontina, calculé los movimientos rápidos que tenía que hacer para que no se despertara y me agarrara la mano del cuchillo. Después me acordé de cuando vos te lastimaste con una botella rota y fui hasta el baño para traer bastante algodón con agua oxigenada.

La joven tragaba saliva, estrujaba el pañuelo  que había usado para secarse las lágrimas. La fuerza que hacía con las piernas cruzadas podría haber roto una nuez, como en Noche Buena.

— Cuando ya tenía todo pronto para cortarle los huevos y se dejara de joder con otras mujeres, el maldito se acomodó, cambió de posición, como si supiera qué le estaba por pasar. Ahí me enfrié, pensé que eso era un aviso de la virgen, dejé el Tramontina sobre la mesita, y seguí preguntándome: ¿Cómo hago para que este imbécil pare de cogerse a todas las minas que se le cruzan?

Algo en el rostro de la joven denotaba que la idea de Mariana ya no le parecía tan descabellada, tragaba menos saliva y se cruzó de brazos como para entender mejor la receta.

— Ahí me di cuenta que la estúpida era yo porque quiero tener más hijos con él, por lo menos dos más, entonces encontré la solución que me salvó. Le rompí las pelotas para que nos endeudáramos y después le dije que fuera a robar, que no fuera cagón, que hiciera como el marido de la Rosa, que les daba una vida de reina a ella y a los chiquilines (2). Por eso ahora está en cana.

— ¿No me digas que vos fuiste la culpable de que él robara? —dijo la muchacha recobrando el estupor.

— Claro, ahora se lo cogen los presos pero no me importa. En alguna visita conyugal cuando esté ovulando, no me cuido y así tengo más hijos de él... ¡Son tan preciosos y sanitos...!

(1) Marca de utensilios de mesa, en este caso se refiere a un cuchillo.
(2) Hijos, niños.

(Este es el Artículo Nº 1.867)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

heroina inescrupulosa?

Omar dijo...

Pobre hombre estar preso con una mujer como esa.