La Naturaleza es la única encargada de juntar las
parejas para que estas conserven la especie. Nadie seduce ni conquista.
Queridos varones, no pierdan
el tiempo.
Les voy a contar algo que
probablemente no sepan, pero, eso sí, no me van a creer porque el deseo que
ustedes sienten de que todo ocurra como piensan ahora es más fuerte que la verdad
más obvia.
Para ratificar esta
incredulidad, observen que seguimos diciendo que «el sol SALE por el este» cuando lo
que realmente ocurre es que nosotros comenzamos a verlo por el este, pues somos
nosotros los que nos movemos y no el sol.
Como nos gusta
más que sea el sol el que se toma el trabajo de girar alrededor de la Tierra, entonces reconocemos
que Copérnico fue muy inteligente hace más de 500 años pero, sin embargo,
seguimos pensando como si él no hubiese existido.
Acoplada a
esta aseveración que ustedes tendrían que aceptarme, va mi hipótesis confiado
en que correrá una suerte similar (no será creída).
Por lo
tanto, queridos compañeros de sexo masculino, el asunto es como les diré a
continuación:
Para que
una mujer nos desee tenemos que tener la suerte de que sus hormonas así se lo
indiquen y esto no puede gobernarlo ni el Premio Nobel de endocrinología
femenina.
Ellas
tampoco tienen control alguno sobre ese impulso que las controla, a pesar de
que suponen que el beneficiado por su predilección superó algún examen que
ellas habrían hecho (inteligente, atractivo, trabajador, divertido, pulcro).
No es como
ellas creen: las hormonas de ellas les dicen algo así como «Fulano será el
padre de tus hijos» y allá van ellas cargadas de ilusión, sueños, vergüenza,
miedo, esperanza, seducción.
El feliz
«Fulano» no tendrá nada que hacer y si lo hace perderá el tiempo
lamentablemente.
(Este es el Artículo Nº 1.872)
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